Las malas noticias son más atractivas que las buenas, esto lo intuimos todos. Los medios de comunicación saben que para mantener sus audiencias deben vestir las noticias con ropajes dramáticos, es su manera de captar la atención. Esto nos lleva a una paradoja, nuestra predilección por prestar atención a las desgracias hace que los medios de comunicación y redes sociales sobrevaloren las desgracias del mundo y que, en realidad, entre todos estemos construyendo una imagen distorsionada, a peor, del mundo.
Lo dañino es fascinante
Este efecto es bien conocido por la psicología experimental, no hay una simetría entre lo que podríamos llamar “lo positivo” y “lo negativo”, sino que lo dañino tiene más peso que lo placentero, esto es lo que se llama el sesgo negativo (1). Quizás este sesgo sea una de los principios más claros y reconocidos de la Psicología. Y, además, tiene profundas implicaciones sociales, basta con recordar a Hans Rosling, el director de la fundación Gapminder, fallecido en 2017, que lo llamó el instinto de la negatividad y que defendió siempre que dejarse llevar por las impresiones más dramáticos y perjudiciales de los hechos es un freno objetivo al movimiento en pro del desarrollo de los países más pobres, porque las acciones sociales deben basarse en datos objetivos, lo que él llamó Factfulness, y no en impresiones subjetivas aunque bienintencionadas sobre lo mal que está el mundo y las desgracias más recientes que nos vienen fácilmente a la mente (2).
Este sesgo negativo en una especie de fascinación por lo dañino, es decir una atracción irresistible por los acontecimientos que producen dolor o infelicidad. La ley más elemental de la conducta, válida para todas las especies, incluida la humana, es que la conducta se orienta a obtener placer y a evitar el dolor. La fascinación por lo dañino no contradice esta ley general, no es que guste el dolor, sino que no podemos dejar de prestar atención a todo lo relacionado con dolor, daño o infelicidad.
Una buena explicación de esta fascinación la ofreció Joseph E. Ledoux del Centro de Neurociencias de la Universidad de Nueva York en Estados Unidos (3). El profesor Ledoux ha dedicado su carrera académica a investigar las bases cerebrales del miedo y su principal aportación, sin duda, es el descubrimiento de las dos vías para llegar a la respuesta de miedo o ira. En la Figura 1 se puede ver el esquema de estas dos vías: la principal, o lenta, y la secundaria, o rápida. El núcleo amigdalino, o amígdala, es un parte del cerebro que pertenece a lo que se llama el sistema límbico que controla las emociones, la función de la amígdala en concreto es responder ante el daño o su amenaza o su inminencia. Este núcleo controla, pues, la huida y la lucha. La vía principal se inicia con la estimulación del entorno que es filtrada y organizada en el tálamo sensorial, que es como el cableado general de entrada de información al cerebro, que transforma el cúmulo de sensaciones entrantes en patrones simples que permitirán la percepción de la realidad, luego esta información es elaborada en la corteza sensorial (una parte más evolucionada del cerebro, situada en su parte exterior) para interpretarla según el contexto, si se concluye después de este procesamiento que hay una amenaza, se activa el núcleo amigdalino y se procede a actuar en consecuencia. Pero junto a esta vía principal, hay una especie de atajo, si la información sensorial en su primera fase de organización contiene indicios de posible peligro, entonces se activa directamente el núcleo amigdalino sin esperar a completar el procesamiento de la información. Es decir, un movimiento brusco, una voz alta, una palabra concreta, un gesto o mil pequeños detalles más pueden desencadenar esta respuesta.
Esta vía rápida tiene una obvia función adaptativa, sería algo así como considerar preferible una falsa alarma a no hacer caso a un peligro real, porque si el peligro es mortal, ya no se puede rectificar. Por otro lado, si hay una falsa alarma y finalmente no se aprecia amenaza, entonces se inhibe la primera reacción; vamos que se pasa el calentón, dicho vulgarmente. Estas dos vías explican muy bien cómo se tiende a reaccionar ante las situaciones potencialmente peligrosas, antes de reflexionar.
Lo malo es más fuerte que lo bueno
Roy Baumeister, Ellen Bratslavsky y Kathleen D. Vols de la Case Western Reserve University en Cleveland (Ohio, USA) junto Catrin Finkenauer de la Universidad de Amsterdam (Países Bajos) publicaron un artículo que se titulaba, ni más ni menos, que Lo malo es más fuerte que lo bueno (4). En este articulo “bueno” se interpreta como aquellos hechos o situaciones deseables, beneficiosas o placenteras, mientras que lo “malo” es lo indeseable, perjudicial, dañino o displacentero. Y lo de ser fuerte, se refiere a la capacidad de producir un impacto en el individuo. Traduciendo, el título significa que lo prejudicial impacta más que lo beneficioso.
En este artículo los autores revisan una gran cantidad de evidencia científica, sobre la fascinación de lo dañino y la primera conclusión es que la preeminencia de lo malo no se reduce a los grandes peligros o traumas, cuando está en juego la propia vida o la integridad física, sino que se produce continuamente en la vida cotidiana, en las relaciones cercanas, en las redes sociales, en los procesos de aprendizaje y en muchos otros ámbitos.
Veamos un rápido resumen de esta abrumadora cantidad de evidencia a favor de la asimetría entre lo bueno y lo malo. Empecemos con que las palabras “bueno” y malo” están entre las palabras y conceptos que se adquiere más precozmente en la infancia, junto con la tendencia a categorizar casi todo en bueno o malo (Esto lo traté en otra entrada de este blog: Pensamiento dicotómico: ver el mundo en blanco o negro )
Sigamos comparando los efectos emocionales de los acontecimientos beneficiosos o perjudiciales. Dado que estos efectos evolucionan a lo largo del tiempo, hay que señalar que según la teoría del nivel de adaptación (5) las personas tienden a mantener un nivel de adaptación vital (léase bienestar) más o menos constante a lo largo de la vida, aunque variable entre individuos, cambios en la vida de una persona alteran este nivel habitual de adaptación en un sentido beneficioso o perjudicial, según el tipo de evento que lo provoque (Ver figura 2). Lo importante es que con el paso del tiempo las personas vuelven a su nivel habitual. Por ejemplo, que a uno le toque la lotería puede producir un estado de felicidad extraordinario, pero con el tiempo el afortunado ganador vuelve a tener su nivel de felicidad (o adaptación) igual al que tenía antes de ganar el premio. Pero lo mismo pasa con un hecho desgraciado, tener un accidente que te deje en una silla de ruedas produce una gran infelicidad, pero pasado un tiempo también se vuelve al nivel habitual de la persona. Lo que se ha observado, es que sistemáticamente los cambios producidos por lo “malo” son más intensos y duran más que los provocado por lo bueno. Es decir, el ganador de la lotería vuelve a su “normalidad” afectiva mucho antes que el que ha tenido un accidente. Se podría suponer que es difícil comparar la magnitud de lo bueno y lo malo, pero el premio Nobel Kaneman y su íntimo colaborador Tversky (6) demostraron con claridad que perder una cantidad de dinero determinada produce más infelicidad que la felicidad provocada por ganar el mismo dinero. En conclusión, los hechos “malos” producen más reacciones y más duraderas que las buenas.
En las relaciones de pareja también aparece la asimetría entro lo bueno y lo malo, mientas que las acciones bondadosas afianzan las relaciones de pareja, las dañinas la deterioran, pero el efecto del deterioro es mayor que el del fortaleciendo, incluso se ha podido cuantificar la relación entre lo malo y lo bueno, el impacto de lo malo es cuatro veces superior al de lo bueno (7). De la misma forma se ha demostrado que en la necesidad de pertenencia a un grupo es más importante evitar el rechazo que encontrar el apoyo.
Siguiendo con el resumen, se ha comprobado que en casi todas las lenguas hay muchas más palabras para definir emociones displacenteras que agradables. Además, las emociones displacenteras provocan más actividad cognitiva que las agradables y las personas se esfuerzan más en evitar emociones displacenteras que en prolongar emociones placenteras.
En el campo de aprendizaje por condicionamiento, se sabe que los procesos de aprendizaje con estímulos aversivos requieren de menos ensayos, o sea que se adquieren antes, que los condicionamientos con estímulos reforzantes. Más ejemplos: en el desarrollo infantil los hechos nocivos deterioran el desarrollo más en comparación con el efecto beneficioso de los positivos, o sea que tienen más peso.
Y se podría acabar con muchos más ejemplos, todos extraídos de la literatura científica con respaldo empírico, la soledad impacta más que el apoyo social, en las primeras impresiones y en la formación de prototipos pesan más los atributos malos, que los buenos. La revisión de Baumeister y sus colaboradores no deja lugar a duda, lo malo es más fuerte que lo bueno.
Los sesgos positivos son ilusorios.
¿No hay excepciones a este domino absoluto de lo malo? La respuesta es que sí, de la misma manera que se habla de un sesgo negativo, se puede hablar de un sesgo positivo. En gran medida el conocimiento de los sesgos positivos se debe a los trabajos de la Profesora Shelley Taylor de la Universidad de California en los Angles, en Estados Unidos (8). En esencia el sesgo positivo consiste en que las personas, cuando piensan sobre sí misma, su familia o sus proyectos, tienen una imagen mucho más favorable de lo que la realidad se podría sostener. Shelley Taylor sostiene que estos sesgos, aunque ilusorios, son tremendamente útiles, tanto desde una perspectiva emocional como cognitiva; y sirven a las personas para verse a sí mismas como personas activas, respetadas por los demás, con mucho talento, por lo que a la postre, tienen un claro valor adaptativo. En realidad, este sesgo positivo no contradice el negativo, sino que lo complementa, dado que lo malo es más fuerte que lo bueno (en la mente de las personas), una forma de protegerse es potenciar, dar más importancia, a lo bueno de uno mismo y de su círculo más cercano.
Por otra parte, tenemos el optimismo (9) que es más bien un rasgo de personalidad. El optimismo consiste en el grado en que una persona cree que algo saldrá bien cuando el resultado de una acción es aún incierto. Como es un rasgo de personalidad, la mayoría de las personas se sitúan en una posición intermedia, habiendo un grupo, más reducido, que es extremadamente optimistas y otro que es nada optimista.
Finalmente, tenemos el efecto Pollyanna (10). Parece ser que el nombre de Pollyanna proviene de una novela infantil escrita por la escritora norteamericana Elanor H. Porter, poco conocida fuera de sus fronteras, aunque se ha llevado al cine. En esta novela, la protagonista es una niña llamada Pollyanna que tenía la habilidad de ver siempre el lado bueno de las cosas. En 1969, el gran psicolingüista Charles E. Osggod utilizó este nombre Pollyana para denominar el hecho que las lenguas tienen y usan más palabras de valencia positiva que negativa. Esta hipótesis ha sido confirmada posteriormente por análisis computacionales de grandes corpus lingüísticos en diferentes idiomas (por cierto, el español es una de las lenguas con más valencia positiva)
Posteriormente, en 1978, Margaret Matlin y David Stang usaron también el nombre de este personaje literario, pero para explicar el sesgo positivo respecto a los recuerdos de acontecimientos pasados. De hecho, se tiende a recordar las experiencias pasadas como más positivas de lo que realmente fueron.
Lo malo será más fuerte pero lo bueno es más frecuente.
Con lo explicado hasta ahora parece que el panorama no anima mucho. Parece que, aunque en la realidad se alternen acontecimientos de todo tipo, las personas prestan una atención preferente a lo malo y dañino y se dejan influir más por este tipo de acontecimientos. Es más, parece que la motivación por huir o evitar lo malo sea más potente que la motivación por conseguir metas deseables. En fin, que como escribió John Le Carré, el chantaje es más efectivo que el soborno (11). Estamos condenados a vivir sometidos a prestar atención a lo malo y a evitar los peligroso como prioridad, y solo lo compensamos con ilusiones positivas que consisten en engañarnos a nosotros mismos.
«El chantaje es más efectivo que el soborno»
John Le Carré (1979)
Pero eso solo es una parte de lo que sabemos sobre la Psicología Humana. Vamos a intentar poner el sesgo negativo es su contexto.
Primero: Lo único que indica el sesgo negativo es que las personas tienen como prioridad evitar los daños mayores. Pero para nada que la vida de las personas se enfoque sólo a evitar el daño. El miedo ante las amenazas no sirve para construir el desarrollo personal, como aprender, establecer relaciones personales y sociales adaptadas, o para ser feliz. El sesgo negativo tiene una función adaptativa porque resalta situaciones que no se pueden pasar por alto, indica que hay que cambiar, que algo que se hace no funciona o que tienes que dejar lo que estás haciendo y actuar. Pero la motivación por evitar lo malo no te indica la ruta a seguir, eso depende de la motivación por lo bueno. En realidad, el sesgo negativo se puede ver como un requisito para desarrollo personal, pero no su motor ni su guía.
Segundo. Sabemos que a pesar del sesgo negativo, las personas están más tiempo con un relativo bienestar que con un relativo malestar y, además, cuanto más grave es un acontecimiento menos frecuente es (12). Esto explica el efecto Pollyanna, tenemos más momentos felices y agradables que desagradables, pero los pocos momentos desagradables tiene a ser más intensos.
Tercero. Además, como ha señalado Shelley Taylor, en cuanto se produce un acontecimiento adverso se evocan fuertes cambios fisiológicos, cognitivos, emocionales, y conductuales. A esta movilización del organismo le siguen movimientos fisiológicos, cognitivos, emocionales y conductuales que regulan, amortiguan, minimizan e incluso borran el impacto de ese evento. Este patrón de movilización-minimización parece ser mayor para eventos negativos que para neutrales o eventos positivos. Por otra parte, el sesgo positivo tiene como función proteger y acotar los efectos no deseados del sesgo negativo.
Conclusión
En resumen , el sesgo negativo existe, pero para señalar la necesidad de adaptarse ante hechos graves pero poco frecuentes con el objetivo de regularse y volver a la normalidad lo antes posible, no para estar viviendo pendiente de las amenazas.
Por lo tanto, es importante saber aceptar tanto las emociones agradables como las desagradables, no tienen sentido buscar sólo lo positivo en exclusiva, ni tampoco, como reacción al positivismo no realista, defender el pesimismo como el motor de la conducta.
Hay otra cuestión importante, hay que desligar las amenazas del sufrimiento. Siguiendo al profesor Ramon Bayés, el sufrimiento requiere de amenaza más impotencia (13). Si se está ante una amenaza, pero con recursos para afrontarla, el miedo (paralizante) es desplazado por la motivación por obtener seguridad, que es satisfactoria (Esto lo he explicado también en otra entrada de este blog: Psicología del apocalipsis climático, 1.- Comportamiento individual , nota 4).
Finalmente, tenemos que ser conscientes del sesgo negativo porque nos hace vulnerables a la información sensacionalista y por lo tanto manipulables, debemos saber filtrar la información y no dejarnos caer en unas primeras impresiones catastrofistas. Y recordar que si una noticia es dramática, las buenas serán más frecuentes.
Agradecimientos
Agradezco a Tomás Blasco y a Pilar Carasa sus comentarios y reflexiones que me han ayudado a escribir esta entrada.
Notas
1.- Existe una notable confusión en el uso de los términos “positivo” y “negativo” en la Psicología, especialmente en la divulgación. Estos términos tienen dos acepciones diferentes (entre muchas otras) en el diccionario, una es lógico-matemática y es que positivo se refiere a lo que se afirma y existe, a lo que es mayor que cero y negativo es lo que no existe, o se niega, o es inferior a cero. Por ejemplo, reforzamiento positivo es incrementar una respuesta por proporcionar una consecuencia placentera y reforzamiento negativo es incrementar una respuesta por retirar una consecuencia dañina o dolorosa y lo mismo para castigo positivo o negativo, o sea, en este caso reforzar aumenta la respuesta y castigar la reduce, y lo de positivo o negativo sólo se refiere a que se consigue un resultado poniendo o quitando una consecuencia. Pero la otra acepción, más coloquial, es asociar positivo a beneficioso y negativo, a perjudicial. Esto tiene un problema en Psicología, por ejemplo, el miedo es desagradable (Emoción negativa con esta acepción), pero útil para la supervivencia (positivo para el individuo). ¿Se puede llegar a decir entonces que es positivo tener una emoción negativa? Otra paradoja: Tengo noticias positivas de la prueba del COVID, ha dado un resultado negativo. Particularmente intento usar el término positivo y negativo en su acepción lógico-matemática, pero no puedo evitar que otros psicólogos usen positivo en su acepción más vulgar de bueno o malo, como en el caso del “sesgo negativo” o “sesgo positivo”
2.- Hans Rosling (Upsala, Suecia, 27 de julio de 1948- 7 de febrero de 2017) fue un médico sueco, profesor de salud internacional en el Instituto Karolinska de Suecia y director de la Feundación Gapminder después de haber ejercido durante años como médico en África. Pero además también era un experto en metodología y análisis de datos y desarrolló el sistema Trendalyzer para analizar datos sobre el desarrollo humano en el mundo. Defendía que la inmensa mayoría de los líderes implicados en el desarrollo mundial tenían un conocimiento basado es sesgos cognitivos, como el instinto de la negatividad, con el que construía una visión distorsionada del mundo. En este libro explica este punto de vista de forma clara, contundente y convincente: Rosling, H., Rosling, O., & Rönnlund, A. R. (2019). Factfulness: ten reasons we’re wrong about the world – and why things are better than you think. Sceptre.(Existe versión en español).
Aquí está el link de la fundación Gapminder: https://www.gapminder.org/
3.- Joseph Le Doux nació en 1949, en Eunice (Luisiana, Estados Unidos) en una familia cajún, que es la minoría de origen francés del sur de Estados Unidos. Tiene publicados muchos artículos y libros pero sin duda la obra que más repercusión tuvo es: LeDoux, J. E. (1996). The emotional brain: The mysterious underpinnings of emotional life.(Hay versión española en Editorial Planeta/Ariel). En este libro describe las dos vías del miedo, su enfoque es neurobiológcio dando importancia a las estructuras cerebrales y dejando en un segundo plano los procesos conscientes. Además, es líder de un grupo de rock que se llama los Amigdaloids y que cantan canciones con letras relacionadas con las neurociencias y la salud mental.
4.- Baumeister, R. F., Bratslavsky, E., Finkenauer, C., & Vohs, K. D. (2001). Bad is stronger than good. Review of general psychology, 5(4), 323-370. Por cierto, hablé de Baumeister en otra entrada de este blog que se titula Trabajar no cansa; trabajar sin ganas, sí. En ese artículo criticaba su teoría del agotamiento del yo e indicaba que los datos experimentales de otros laboratorios no la han confirmado. Pero eso no quiere decir que no sea un académico influyente y con prestigio. El que esto escribe cree que el valor de un investigador no radica en que se esté de acuerdo en sus ideas o en que tenga resultados positivos para sus hipótesis, el valor de un investigador radica en su perseverancia, rigor y honestidad en la búsqueda de la verdad (y no en que lo que te diga te guste)
5.- Esta información se puede ampliar en Brickman, P., & Campbell, D. T. (1971). Hedonic relativism and planning the good society. In M. H. Appley (Ed.), Adaptation-level theory (pp. 287-305). New York: Academic Press.
6.- Esto está en Kahneman, D., & Tversky, A. (1982). The psychology of preferences. Scientific American, 246(1), 160–173. https://doi.org/10.1038/scientificamerican0182-160.
De Kaneman y Tversky ya hemos hablado en la nota 6 de otra entrada de este blog:
Psicología de apocalipsis climático, 2. Comportamiento colectivo.
7.- Estos datos proviene de Pittman, J. F., & Lloyd, S. A. (1988). Quality of family life, social support, and stress. Journal of Marriage and the Family, 50(1), 53–67.
En realidad, los autores hallan que los hechos agradables explican el 5% de la varianza de los datos obtenidos, y los desagradables el 20% de la varianza, sin entrar en detalles técnicos sobre lo que significa realmente, esta proporción (de 4 a 1) refleja lo mayor que es el impacto de lo malo respecto de lo bueno.
8.- Shelley Taylor (Mount Kisco, Nueva York, Estados unidos, 1946) obtuvo su doctorado en Psicología en la Universidad de Yale (1972) y empezó su carrera académica en la Universidad de Harvard para acabar recalando en la Universidad de California en Los Ángeles. Ha estudiado la cognición social y su efecto en las emociones y en la salud, destacado su investigación en el valor adaptativo del sesgo positivo. Ha publicado una gran cantidad de artículos científicos y varios libros. Una de sus obras con más repercusiones el libro: Social Cognition: From Brains to Culture que escribió con su inseparable colaboradora Susan Fiske y que también se puede encontrar en español.
9.- Charles S. Carver de la Universidad de Miami en Coral Gables y Michael F. Scheier de la Universidad Carnegie Mellon en Pittsburgh (Ambas en Estados Unidos) ha realizado un monumental trabajo durante años estudiando el optimismo. Se puede ver un buen resumen en: Carver, C. S., & Scheier, M. F. (2014). Dispositional Optimism. Trends in Cognitive Sciences, 18, 293-299.
https://doi.org/10.1016/j.tics.2014.02.003
10.- Para ampliar la información sobre el efecto Pollyanna en sus vertientes lingüística y de sesgo de memoria, se puede consultar:
Boucher, J. y Osgood, C. E. (1969). The Pollyanna Hypothesis. Journal of Verbal Learning and Verbal Behaviour, 8, 1-8
Dodds, Peter Sheridan; Clark, Eric M.; Desu, Suma; Frank, Morgan R.; Reagan, Andrew J.; Williams, Jake Ryland; Mitchell, Lewis; Harris, Kameron Decker et al. (2015). «Human language reveals a universal positivity bias». Proceedings of the National Academy of Sciences, 112 (8): 2389-2394.
Matlin, M. W., & Stang, D. J. (1978). The Pollyanna principle. Selectivity in language, memory, and thought. Cambridge, MA: Schenkman. ISBN 978-0-87073-815-9
11.- Esta frase aparece en la novela de John le Carré, Smiley’s People de 1979, en su versión original: Blackmail is more effective than bribery. Aunque se la debo al profesor Alex Garcia Mas, de la Universitat de les Illes Balears, que la citó en una conferencia. Esta cita, claramente cínica y canalla, propia de la novela negra, sirvió para captar la atención de una audiencia de una conferencia sobre Psicología llena de valores humanos, en un hábil ejemplo del uso retórico del sesgo de la negatividad.
12.- Ver: Myers, David G. The Pursuit of Happiness: Who Is Happy-and Why. New York: W. Morrow, 1992 y Chang, Edward & Sanna, Lawrence. (2003). Optimism, Accumulated Life Stress, and Psychological and Physical Adjustment: Is it Always Adaptive to Expect the Best. Journal of Social and Clinical Psychology, 22. 97-115. 10.1521/jscp.22.1.97.22767.
13.- Jordi Fernández-Castro (2009). Alegría en la adversidad el análisis de los factores que mantienen las emociones positivas. En Enrique García Fernández-Abascal (Editor), Emociones positivas, Madrid: pirámide. págs. 217-228. ISBN 978-84-368-2239-7.
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