¿Cuántas veces los adolescentes tienen que oír a los adultos advertirles de que no se comparen con sus amigos o compañeros? ¿Cuántos consejos de autoayuda alertan sobre los peligros de compararse con los demás? Aunque estos consejos son bienintencionados, la verdad es que no podemos dejar de compararnos con los demás, está en la naturaleza humana y voy a intentar explicarlo.

La comparación es la antesala del conocimiento

Hay que tener en cuenta que la comparación es el procedimiento básico para identificar y juzgar cualquier estimulación, en la figura 1 se puede apreciar claramente que el tamaño o el color de una figura dependen de con qué se compare y la misma figura parece mayor o menor, más clara u oscura en función de lo que está a su lado.

Figura 1.- Los cuadrados centrales de la izquierda tiene el mismo tono de gris, pero como están enmarcados por un fondo más claro o más oscuro se perciben, por comparación de manera diferente. Lo mismo pasa con los dos círculos negros de la derecha, son idénticos pero por comparación parecen de tamaño diferente. Este fenómeno se llama inducción por contraste y está perfectamente documentado para la percepción visual.

Viendo eso etas figuras se podría concluir que la comparación nos engaña, pero en realidad la comparación es imprescindible para tener una idea de cómo es el mundo. Si tan solo tuviésemos un objeto en nuestro campo visual sin ver nada más, nunca sabríamos si es grande o pequeño, claro u oscuro. La comparación entre estímulos permite nuestra percepción, tanto la visual como en otros sentidos.  Y pasa igual con la percepción de nosotros mismos, las personas necesitan tener alguna idea de quienes son, lo que se llama autoconcepto, y también tener la sensación de que uno mismo es una persona valiosa, esto es la autoestima. Pero el autoconcepto y la autoestima se desarrollan necesariamente con la interacción social, es necesario conocer a otras personas para saber quién es uno mismo. Es posible que la comparación nos juegue malas pasadas como en los ejemplos de las figuras, pero sin comparación entre elementos, no puede haber conocimiento.

La comparación social no se limita a la especie humana; entre muchas otras especies animales, especialmente entre los primates, se han podido observar comportamientos guiados por la comparación entre la propia fuerza, atractivo, habilidad, etc. y la de los otros animales del grupo: En función de esa comparación, cada individuo decide si competir, mostrarse sumiso o cooperar con los otros. La comparación social entre animales va de la mano de alardear de capacidades para hacer creer a los otros animales del grupo que se merece un estatus superior.  Estos datos llevaron Paul Gilbert, John Price y Steve Allan de la Universidad de Derby en el Reino Unido a defender las raíces filogenéticas de la comparación social (1), reconocen la naturaleza cultural y compleja de la comparación social, pero reclaman que el comparase con los otros forma parte de nuestra herencia biológica, por lo que es una tendencia básica de los seres humanos.

La teoría de la comparación Social de Festinger

El concepto de comparación social, tal y como se entiende actualmente en Psicología, se lo debemos al eminente psicólogo social neoyorkino León Festinger (2), que propugnó que los individuos evalúan sus propias opiniones y capacidades mediante la comparación con otros con el fin de reducir la incertidumbre en esos ámbitos, y aprender a definirse a uno mismo. Años más tarde, se demostró que era cierta una de las hipótesis de Festinger, la existencia de la comparación al alza (upward comparison) que consiste en compararse con personas destacadas centrándose en las similitudes con ellas, como manera de motivarse, mejorar y fortalecer la autoestima. Más tarde, se descubrió la comparación a la baja (downward comparison) que es un proceso que se produce cuando las personas experimentan malestar e incertidumbre y que consiste en compararse con personas que están peor centrándose en las diferencias, para llegar, así, a la conclusión de que no se está tan mal y mantener la autoestima (3).

Parece, por tanto, que la comparación social es ubicua, pero la forma concreta de realizarla depende del contexto, nos podemos comparar con los mejores o con los peores, fijarnos en las similitudes o en las diferencias, según nos convenga. En realidad, la comparación social no es un proceso cuya función sea llegar a un conocimiento sólido, profundo, meditado y objetivo de nosotros mismos, sino que sirve para adaptarse al entorno, mantener la motivación y la autoestima, seleccionando muchas veces la parte de la realidad que más nos conviene.

El Modelo de Identificación-Contraste de la Comparación social

Abraham Buunk, de la Universidad de Groninga en los Países Bajos, sistematizó esta función adaptativa de la comparación social en lo que se denomina Modelo de Identificación-Contraste. En este modelo, la comparación se basa en dos procesos diferentes: la identificación, que se refiere a la búsqueda en los otros de similitudes con uno mismo, y el proceso de contraste, que consite en la comparación con otros centrándose en las diferencias.

Pero tanto la identificación como el contraste se pueden producir en comparaciones al alza (con los mejores del grupo, o con los que a uno mismo le gustaría parecerse), o a la baja (con los peores, o con los que uno no querría parecerse). Combinando todo ello, resultan cuatro tipos de comparaciones (Ver figura 2). Como se puede suponer la identificación al alza y el contraste a la baja, son comparaciones adaptativas que mejoran el bienestar y producen alivio; mientras que la identificación a la baja y el contraste al alza, producen el efecto contrario, malestar y frustración.

Figura 2.- las cuatro forma de realizar la comparación social según el Modelo de Identificación-contraste.

Esas estrategias de comparación social se ponen en marcha especialmente ante situaciones estresantes con cierto grado de incertidumbre y falta de información, por lo que la comparación social parece que tiene a la función de buscar modelos para afrontar la situación y también poder predecir lo que nos puede pasar en el futuro, fijándose en lo que les pasa a otras personas. Por eso el modelo de Identificación-Contraste se ha aplicado a situaciones estrés laboral, problemas de pareja y enfermedad crónica, entre otros. También se ha descubierto que hay diferencias individuales en cuanto la orientación a la comparación social, en el sentido que hay personas que recurren con más frecuencia a la comparación social que otras, las personas con mucha orientación a la comparación social tienden a ser más conformistas, depender de las opiniones de los otros y tener un rasgo de ansiedad mayor que las personas que no están tan orientadas a la comparación social. (4).

María del Carmen Terol y su equipo de investigación de la Universidad Miguel Hernández, en Alicante, ha aplicado el modelo de identificación-contraste de la comparación social de Buunk, a las enfermedades crónicas. Este grupo ha puesto de manifiesto que las diferentes estrategias de comparación social son utilizadas como estrategias de afrontamiento para manejar la amenaza que supone padecer una enfermedad crónica. Por ejemplo, han demostrado que la orientación hacia la comparación social lleva a compararse más con otras personas con la misma enfermedad, pero esta tendencia está mediada, o sea también depende, del grado de percepción de amenaza, cuanto más amenazadas se sientan estas personas tenderán más a identificarse a la baja, y cuando menos amenazadas tenderán más a compararse al alza, es decir que cuanta más amenaza se experimenta, más tendencia a realizar comparaciones desadaptativas. También han hallado que según la enfermedad los procesos de comparación son diferentes, por ejemplo, entre mujeres con fibromialgia es más frecuente la identificación a la baja y en cáncer de mama la identificación al alza. Por lo que quizá, la forma concreta de compararse depende mucho del contexto (5).

La comparación social es asimétrica

En la comparación al alza o a la baja, seleccionamos a los mejores o a los peores para compararnos, pero ¿Qué pasa cuando nos comparamos con el grupo en general? Cuando nos comparamos con el resto de gente se tiende a pensar que uno mismo tiene ligeramente más probabilidades de que te ocurran cosas favorables, como mejorar en el trabajo, y menos de que pasen cosas no deseadas, como tener un accidente de tráfico. También tendemos a pensar que tenemos rasgos personales más positivos, como la amabilidad o la buena educación, que el grupo en abstracto y menos rasgos negativos.  Es decir, tendemos a pensar que somos un poco mejores y más afortunados que la media de la gente, esta tendencia se ha llamado sesgo favorecedor (Self favoring biass). En fin, que nos comparamos para salir favorecidos en el resultado, pero en este caso es fácil porque pensar en “la gente en general” es un concepto muy vago (6).

Lo curioso es que no es lo mismo comparar el grupo conmigo, que compararme yo con el grupo. Me explicaré, si me tomo yo como referencia y juzgo al grupo con relación a mí, encontraré más similitudes que si tomo como referencia al grupo y me comparo con ese estándar. Parece que es la comparación social es asimétrica, una explicación de esta asimetría es que es ser similar a los otros es una amenaza mayor a la autoestima, que pensar que otros se parecen a mi (7).

Vera Hoorens de la Universidad de Tilburg, en los Países Bajos, realizó un estudio muy completo que comprobó la existencia de esta asimetría de la comparación social. Sencillamente preguntó a una muestra de personas el grado en el que creían que tenían rasgos positivos o negativos de personalidad y el grado en el que creían que les podían ocurrir hechos positivos o negativos en el futuro. A la mitad de los participantes se les instó a que primero se juzgaran a ellos mismos y, después, que juzgaran al grupo y a la otra mitad se les preguntó en el orden inverso.  El sesgo favorecedor ocurría especialmente cuando el estándar es el grupo (se pregunta primero por el grupo y después por uno mismo), demostrando la asimetría de la comparación social (8).

En este estudio se comprobó, también, que el sesgo favorecer respecto rasgos o hechos positivos no correlaciona con el sesgo favorecedor referido a rasgos o hechos negativos, parece que son juicios que se procesan por separado (9). El sesgo favorecedor positivo se basa más en los rasgos personales que en los hechos que le ocurren a uno y correlaciona con el bienestar subjetivo (“soy mejor persona que la media de las personas”) y el sesgo favorecedor negativo se centra en los hechos futuros, más que en los rasgos (“No me pasarán las desgracias que les pasa a la gente”).

El sufrimiento ajeno y el sufrimiento compartido.

Naturalmente, es muy diferente compararse con otros cuando unto tiene un problema o una enfermedad, que cuando uno está sano y debe hacerse una idea del sufrimiento de otra persona. En un interesante estudio dirigido por Vani A. Mathur de la Universidad A&M de Texas, en Estados Unidos (10), referido específicamente al autoinforme de dolor que se da a médicos y dentistas, se descubrió que sistemáticamente se supone que las personas exageran el dolor que padecen. Es más, también existe una tendencia a creer que ciertos grupos, como mujeres o personas pertenecientes a minorías étnicas (los participantes eran estadounidenses de diferentes grupos culturales), exageran más aún. Por lo tanto, cuando se evalúa el dolor que informa otra persona se tiende, de forma automática y no consciente, a infravalorar el dolor expresado pensando que siempre será un poco menos de lo que se dice. Es más, en esta investigación se muestra que no hay evidencia de tal exageración, es decir no se puede suponer que el pertenecer a un grupo determinado lleve a exagerar más el informe de dolor. Pero lo que si aparece es un patrón anti-estereotipo, según el cual las personas que perciben que son vistas como exageradas tienden a expresar que tienen menos dolor del que sienten en realidad, para mantener su credibilidad. Extrapolando, estos datos a la comparación social en general, tenemos que reconocer que las personas tienen una tendencia a infravalorar el dolor o el sufrimiento ajeno, o a considerar el propio como más importante. Por otra parte, las personas podemos exagerar el sufrimiento para reclamar ayuda o enmascararlo para parecer fuertes, según el contexto social de forma parecida a las conductas de diferentes especies animales que intentan engañar camuflando la propia debilidad.

Para acabar, en un estudio de Megan R. Goldring (11) y un grupo de la Universidad de Columbia, de Nueva York, Estados unidos, se hizo evidente la importancia de compartir la interpretación de la realidad en situaciones de estrés. En este experimento se sometió a una muestra de estudiantes a una situación estresante basada en tener que hablar en público, registrando la magnitud de sus reacciones fisiológicas. Este método es muy común para evaluar los efectos fisiológicos del estrés social, pero en este caso peguntaba antes de la situación el grado en el que cada sujeto consideraba estresante la situación en la que se encontraba e introducía una persona aliada con los experimentadores que se hacía pasar por sujeto experimental y que manifestaba su apreciación del grado en el que la situación era estresante, en unos casos esa apreciación coincidía exactamente con la del sujeto experimental y en otros era más baja o ambigua. El resultado fue que, si el sujeto experimental se encontraba con una persona con la que coincidía en su apreciación, manifestaba luego menos reactividad fisiológica y si en cambio la otra persona no coincidía con su apreciación el sujeto tenía más reactividad. Es decir, aquí aparece otra función de la comparación social, el hecho de encontrar personas con fuertes similitudes en la experiencia subjetiva es altamente agradable y reduce el malestar.

Conclusiones

Volvamos a la frase de autoayuda: “No te compares con nadie, no hay nadie como tú”;  en realidad no tiene mucha base científica, pero queda muy bien.

Póster de The_keep_calm_o_ matic

Por lo que sabemos, nos comparamos continuamente con los otros y esta comparación es la manera de obtener información para saber quiénes somos, lo que podemos esperar del futuro y lo que somos capaces de conseguir.  Pero además la comparación social tiene una función adaptativa, tendemos a fijarnos en modelos a imitar, para mejorar y motivarnos. Utilizamos el contraste con personas en situación más desfavorable para sentir alivio. Y además protegemos nuestra autoestima pensando que somos ligeramente mejores que el grupo y devaluamos el sufrimiento de los otros. Esto es una especie de autoengaño, de maquillaje de la realidad, para seguir creyendo que somos especiales y únicos. Es decir, el sentido de ser único depende de la comparación social.

Naturalmente, la comparación social también tiene una cara oscura, cuando alguien se compara para salir malparado pensando que los demás son mejores o sufren menos entonces se crea un círculo vicioso de percepción de amenaza que lleva al deseo de compararse con los demás y concluir que los demás están mejor que uno mismo. Supongo que los consejos de autoayuda se refieren a esta disfunción de la comparación social y no a su función habitual.

Pero creo que en realidad la comparación no es la causa del malestar. El precedente del malestar son las adversidades, las situaciones de estrés, la incertidumbre, la baja autoestima, la depresión u otras condiciones que alteran la percepción de los demás, introduciendo sesgos cognitivos de tipo negativo. Es difícil decir si es la baja autoestima es la que produce la comparación social a la baja o es al revés. Posiblemente se influyen mutuamente, en todo caso no se trata de no compararse con los demás sino de no compararse mal con los demás, o sea hay que evitar compararse para salir perdiendo.

Por lo tanto, la alternativa a sentirse mal cuando uno se compara a los demás no es dejar de compararse, sino ampliar el punto de vista, ver a los otros no de manera unidimensional, sino teniendo en cuenta diferentes aspectos y dimensiones de cada uno, no buscar sólo los que están mejor que uno mismo sino tener una visión variada. Y sobre todo tener en cuenta que una cosa es lo que la gente aparenta y otra lo que realmente se siente.

Agradecimeintos

Quiero agradecer a la Dra Mari Carmen Terol sus comentarios y útiles informaciones que me han ayudado a redactar esta entrada.

Notas

1. Ésta es la referencia del artículo sobre la evolución darwiniana y la comparación social: Paul Gilbert, John Price, Steven Allan (1999). Social comparison, social attractiveness, and evolution: How might they be related? New Ideas in Psychology,13 (2),149-165. https://doi.org/10.1016/0732-118X(95)00002-X

2. León Festinger (New York 1919- New York 1989) fue uno de los psicólogos más influyentes en la historia de la Psicología. Fue discípulo de Kurt Lewim en el Instituto Tecnológico de Massachussets, el famoso MIT, en Estados Unidos. Después de pasar por diferentes Universidades y trabajar para el ejército estadounidense durante la II Guerra Mundial, recabó en la Universidad de Stanford, Estado Unidos, en donde desarrolló sus aportaciones más importantes a la Psicología.  En 1954 publicó: A theory of social comparison processes. Human relations, 1. 117-140. Aunque quizás es más conocido por su teoría de la Disonancia cognitiva que publicó unos pocos años después de su artículo sobre la comparación social: Festinger, L. (1957). A Theory of Cognitive Dissonance. Stanford, CA: Stanford University Press. Festinger no continuó desarrollando la teoría de la comparación social y no fue has más de una década después que otros psicólogos se dedicaron a profundizar en los procesos de comparación social y a continuar investigando sobre ella.

3. Se puede consultar una excelente y breve exposición del desarrollo de la Teoría de la comparación social de Festinger en: Buunk, B.P. and Mussweiler, T. (2001), New directions in social comparison research. Eur. J. Soc. Psychol., 31: 467-475. https://doi.org/10.1002/ejsp.77. Las referencias del descubrimiento de la comparación al alza son: Ladd Wheeler (1966). Motivation as a determinant of upward comparison. Journal of Experimental Social Psychology, 1 (Supplement 1), 27-31. https://doi.org/10.1016/0022-1031(66)90062-X. y para la comparación a la baja: Wills, T. A. (1981). Downward comparison principles in social psychology. Psychological Bulletin, 90(2), 245–271. https://doi.org/10.1037/0033-2909.90.2.245.

4. El texto de referencia para el Modelo de Identificación-Contraste es: Buunk, B. P., & Ybema, J. F. (1997). Social comparisons and occupational stress: The identification-contrast model. In B. P. Buunk & F. X. Gibbons (Eds.), Health, coping, and well-being: Perspectives from social comparison theory (pp. 359–388). Lawrence Erlbaum Associates Publishers.   El artículo en donde se expone el rasgo de orientación a la comparación social es:  Gibbons, F. X., & Buunk, B. P. (1999). Individual differences in social comparison: Development of a scale of social comparison orientation. Journal of Personality and Social Psychology, 76(1), 129–142. https://doi.org/10.1037/0022-3514.76.1.129

5. Sobre el trabajo del grupo de la Universidad Miguel Hernández, se puede consultar el siguiente artículo de investigación:  Terol Cantero, M. C., Bernabé, M., Martín-Aragón, M., Vázquez, C., & Buunk, A. P. (2021). Social comparison and stress appraisal in women with chronic illness. International Journal of Environmental Research and Public Health18(10), 5483.

6. Los sesgos favorecedores incluyen el Optimismo No Realista que consiste en pensar que a uno mismo tiene menos probabilidades que le pases sucesos negativos: accidentes, enfermedades, etc. Hace muchos años ya publiqué junto a mis colegas del GIES (UAB) una investigación sobre este sesgo que es un fenómeno absolutamente claro y consistente, aparece en casi todas las personas: Fernández-Castro, J., Limonero, J. T., Rovira, T., & Albaina, S. (2002). Unrealistic optimism and perceived control: Role of personal competence. Psychological Reports, 91(2), 431-435.

7. La teoría de que la similitud con el grupo es una amenaza a la autoestima está desarrollada en este libro: Snyder, C. R., & Fromkin, H. L. (2012). Uniqueness: The human pursuit of difference. Springer Science & Business Media. Por otra parte, en otra entrada de este blog ya traté la cuestión de que no es lo mismo que yo me parezca al grupo, que el grupo se parezca a mi: LA IDENTIFICACIÓN CON EL GRUPO Y EL BORREGO QUE MEJORÓ EL REBAÑO

8. Ver: V. Hoorens (1995). Self‐favoring biases, self‐presentation, and the self‐other asymmetry in social comparison. Journal of Personality 63 (4), 793-81.

9. En otra entrada de este blog ya expliqué que los eventos adversos y amenazantes, negativos, se procesan psicológicamente de una manera diferentes que los placenteros o agradables: LA FASCINACIÓN POR LO DAÑINO

10. Ver: Brandon L. Boring, Brandon W. Ng, Namrata Nanavaty, Vani A. Mathur, Over-Rating Pain is Overrated: A Fundamental Self-Other Bias in Pain Reporting Behavior, The Journal of Pain, 2022, ISSN 1526-5900, https://doi.org/10.1016/j.jpain.2022.06.002.

11. Ver: Goldring MR, Pinelli F, Bolger N, Higgins ET. Shared Reality Can Reduce Stressor Reactivity. Front Psychol. 2022 Apr 27; 13:853750. doi: 10.3389/fpsyg.2022.853750. PMID: 35572247; PMCID: PMC9093073.

3 comentarios en “¿Por qué son odiosas las comparaciones?

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