¿Es posible que las graves adversidades y las experiencias traumáticas reporten algún tipo de beneficio a las víctimas, aunque sea posteriormente? A esto se le ha llamado crecimiento postraumático y consiste, en esencia, en ver a las experiencias traumáticas como situaciones útiles para la superación y el aprendizaje, con lo que se puede llegar a pensar que el hecho traumático ha sido, en realidad, una bendición para la víctima porque, pasado un tiempo, se ha vuelto mejor persona.
Pero, por otro lado, a muchos psicólogos les escandaliza este concepto, les parece sarcástico que se quiera descubrir que el sufrimiento tiene un lado bueno, es lo que llaman positivismo tóxico. Por otra parte, los críticos del crecimiento postraumático defienden que no se puede normalizar hechos traumáticos accidentales o provocados por otras personas que, de hecho, se deberían erradicar. Vamos a intentar examinar el crecimiento postraumático a la luz de las evidencias.
El Crecimiento Postraumático.
Richard Glenn Tedeschi, junto con Lawrence G. Calhoun, ambos de la Universidad de Carolina del Norte (Charlotte, Estados Unidos), describieron el crecimiento postraumático y sistematizaron su evaluación y estudio (1). Descubrieron que un cierto número de personas que han sufrido un hecho traumático, pasado un cierto tiempo, se sienten mejor que antes. Es como si el hecho traumático hubiese propiciado un cambio profundo que se concreta en apreciar más la vida, especialmente las pequeñas cosas, cambiar de sentido en las prioridades vitales; hacer las relaciones interpersonales más cálidas y profundas, tener mayor sentido de fuerza personal, estar abierto a nuevas posibilidades y desarrollarse espiritualmente.
En su artículo original Tedeschi y Calhoun explicaron que, ante un evento traumático, sísmico dicen ellos, las personas se ven obligadas a darle vueltas a lo ocurrido, intentar manejar las emociones y este manejo de lo sucedido lleva a un replanteamiento de los objetivos vitales y a más sabiduría que repercute en un crecimiento personal

Es una idea inmensamente atractiva. ¿Quién no querría que fuera verdad? Las grandes adversidades y las desgracias se convierten en fuente de mejora y felicidad y esto, si fuese cierto, significaría que nada es en vano, ni tan sólo las desgracias. A mí, personalmente, el crecimiento postraumático me recuerda al concepto cristiano de conversión. La conversión paradigmática del cristianismo es la de Saulo de Tarso, un fariseo que se dedicó a perseguir y encarcelar a los primeros cristianos pero que, camino de Damasco, se le apareció Jesús de Nazareth, se cayó del caballo y se quedó ciego. Después de este hecho, se convirtió al cristianismo dedicándose a predicarlo entre los gentiles. Puro crecimiento postraumático. En la tradición católica está conversión se llamó epifanía (aparición) y en la tradición evangélica, renacer, o nacer de nuevo.
Poniendo en cuestión el crecimiento
Siendo una idea atractiva, el crecimiento postraumático tiene un pequeño gran problema que es que hay pocas pruebas de su existencia. Aunque hay innumerables estudios empíricos sobre el crecimiento postraumático, en casi todos estos se preguntan a las personas que han experimentado un acontecimiento potencialmente traumático si están mejor gracias a ello. Y, de hecho, muchas personas afirman que son mejores personas y que ven nuevas posibilidades en la vida. Pero ¿significa esto que realmente son mejores? ¿O sólo creen que lo son? Y si no hubiesen sufrido el hecho traumático, ¿Serían igual, más o menos felices?
Si quisiéramos abordar el estudio del crecimiento postraumático, tendríamos que entrevistar a las personas antes de sufrir el trauma y, pasado un tiempo, volver a evaluarlas para comprobar en que grado han cambiado. El problema es que los eventos traumáticos son inesperados y no podemos saber quién sufrirá mañana un accidente o un ataque. Por eso la gran mayoría de los estudios sobre crecimiento postraumático están sesgado porque se buscan personas que han pasado hechos traumáticos sin saber cómo estaban antes.
Pero, precisamente, la profesora Patricia A. Frazier, directora del Laboratorio de Estrés y Trauma de la Universidad de Minnesota (Estados unidos), lideró una investigación en la que se evaluó a una muestra de jóvenes antes de pasar por una situación traumática (2). En este estudio se evaluó a 1.528 estudiantes al principio de un semestre y repitieron esta misma evaluación al final. Entonces, pudieron identificar a los que habían sufrido un acontecimiento traumático que les hubiera causado una angustia considerable durante el semestre, este grupo resultó ser de 122 personas y les preguntaron si habían crecido a partir del trauma. En teoría, si una persona de este estudio decía que habría crecido personalmente a partir del trauma, este crecimiento se debería notar en una mejora en la segunda evaluación respecto a la primera, realizada antes de trauma. Pero no fue así, hubo una percepción de crecimiento que no se correspondió con un crecimiento real, es más, las personas que habían sufrido el trauma y tenían percepción de crecimiento, manifestaron más ansiedad en la segunda evaluación que en la primera.

¿El crecimiento es sólo una ilusión positiva?
¿Por qué alguien percibiría que ha crecido cuando no es así? Una explicación es que la percepción de crecimiento es una forma de afrontar el acontecimiento en sí mismo. En este marco, el crecimiento postraumático es una «ilusión positiva motivada» cuyo propósito es proteger la imagen que se tiene de uno mismo como propuso la profesora Shelley Taylor (Ver: La fascinación por lo dañino). Cuesta mucho aceptar que se ha tenido mala suerte y que se ha sido víctima accidental de un hecho traumático porque se percibe como tremendamente injusto, por el contrario hallar beneficios de la desgracia restablece este sentido de la justicia.
Cathy McFarland con la colaboración de su doctoranda Celeste Álvaro, ambas de la Universidad Simon Fraser (Burnaby, British Columbia, Canadá) llevaron a cabo una serie de estudios muy rigurosos metodológicamente para poder distinguir si el crecimiento experimentado después de un hecho traumático respondía a reflexionar sobre las circunstancias de la vida para mejorar o se debía a una ilusión positiva. Para ello exploraron, en diferentes muestras de personas, si el crecimiento postraumático dependía de la gravedad o tipo de trauma, del tiempo sucedido desde que ocurrió comparando con hechos ocurridos a uno mismo o a personas conocidas. Su conclusión fue clara, el crecimiento postraumático es una ilusión que ocurre cuando se sufre intensamente por hechos que han dañado la imagen que se tiene de uno mismo, el yo. Además, este crecimiento se consigue devaluando el recuerdo que se tiene del estado anterior al trauma, es decir las personas que creen haber crecido personalmente piensan que eran peores antes del trauma de lo que realmente eran y que gracias al trauma han llegado a su estado actual, mejor.
Los profesores Carmelo Vázquez, de la Universidad Complutense de Madrid, y el profesor Darío Páez de la Universidad del País Vasco (4), han analizado el crecimiento postraumático en nuestra cultura y sus diversas interpretaciones, mostrando la importancia de ver que el cambio tras las desgracias está basado en la reinterpretación de la realidad de la forma más favorable para uno mismo.
«Crecemos y aprendemos a pesar de los traumas y adversidades, no gracias a ellos«
Conclusión.
En definitiva, tenemos que las personas que han sufrido un hecho traumático creen que esa experiencia les ha mejorado, y esa creencia es más fuerte cuanto más se ha sufrido. Pero parece que no es cierto, que es una mera ilusión, pero que sirve para hacer más llevadera la realidad y enfocarse en el futuro. El crecimiento postraumático es un buen ejemplo de lo que el profesor George Bonanno ha llamado afrontamiento chungo, (ver: El trauma no es para siempre), el trauma no es para siempre) que se refiere a pautas de comportamiento que en principio no son adecuadas, pero que pueden tener una función adaptativa en circunstancias extremas y singulares.
Si yo me encontrase con una persona que después de haber sufrido un accidente que le ha dejado secuelas graves que me dice que gracias al accidente a cambiado el sentido de su vida, no le diría: “eso es mentira, eso es una ilusión para poder soportar tu terrible mala suerte”, le diría “me alegro mucho por ti”, cosa que no es mentira. No me atrevería a decirle lo que pienso, hasta la verdad científica tiene límites.
Para acabar no puedo dejar de recordar que la película Annie Hall finaliza con la voz en off de Alvy Singer (Woody Allen) diciendo: «Y recordé aquel viejo chiste. Aquel del tipo que va al psiquiatra y le dice: doctor, mi hermano está loco, cree que es una gallina. Y el doctor responde: ¿pues por qué no lo mete en un manicomio? y el tipo le dice: Lo haría, pero necesito los huevos. Pues eso es más o menos lo que pienso sobre las relaciones humanas, ¿sabe? son totalmente irracionales, locas y absurdas; pero supongo que seguimos manteniéndolas porque la mayoría necesitamos los huevos.” (5)
Notas.
1.- Ver: Tedeschi, R. G., & Calhoun, L. G. (2004). Target Article: «Posttraumatic Growth: Conceptual Foundations and Empirical Evidence». Psychological Inquiry, 15(1), 1–18.
https://doi.org/10.1207/s15327965pli1501_01
2.- En esta investigación participaron investigadores de diferentes universidades, entre los cuales cabe destacar al experto en afrontamiento al estrés y adaptación, Howard Tennen, de la Universidad de Connecticut, Estados Unidos). El artículo es éste: Frazier P, Tennen H, Gavian M, Park C, Tomich P, Tashiro T. Does self-reported posttraumatic growth reflect genuine positive change? Psychol Sci. 2009 Jul;20(7):912-9. doi: 10.1111/j.1467-9280.2009.02381.x. Epub 2009 Jun 8. PMID: 19515115.
3.- McFarland, C., & Alvaro, C. (2000). The impact of motivation on temporal comparisons: Coping with traumatic events by perceiving personal growth. Journal of Personality and Social Psychology, 79(3), 327–343. https://doi.org/10.1037/0022-3514.79.3.327
4.- Se puede consultar:
Carmelo Vázquez, Cristina Castilla y Gonzalo Hervás: Reacciones frente al trauma: vulnerabilidad, resistencia y crecimiento. En E. G. Fernández-Abascal (2009). (Coordinador), Emociones positivas. Madrid: Pirámide. 375-392.
Páez, D., Vázquez, C. y Echeburúa, E. (2012). Trauma Social, Afrontamiento Comunitario y Crecimiento Postraumático Colectivo. En M.J. Carrasco y B. Charro (Eds.) Crisis, vulnerabilidad y superación. Madrid: Eds. Universidad de Comillas
5.- Annie Hall es una película de 1977 dirigida por Woody Allen e interpretada por él mismo y Diane Keaton. Ganó cuatro premios Oscar (mejor película, director, actriz principal y guion original) y Allen fue nominado a mejor actor principal. La película se desarrolla a partir de un flash back en el que Alvy Singer (Woody Allen) recuerda su historia de amor con Annie Hall (Diane Keaton): el encuentro, el enamoramiento y el final, con un punto de vista tierno y pesimista acerca de las relaciones humanas. La escena final se puede ver aquí: https://www.youtube.com/watch?v=B3feAYfyjzk
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