Emociones, pasiones, afectos, estado de ánimo. ¿Todo esto es lo mismo? Si tenemos diferentes palabras será porque sirven para distinguir diferentes conceptos. Pero desde que lo «emocional» se ha popularizado y todo el mundo opina sobre cuestiones psicológicas, ha ocurrido el curioso fenómeno de que a mayor uso de las palabra emoción se usan menos el resto de palabras relacionadas con el mundo de las emociones y los afectos. Este empobrecimiento del lenguaje lleva a un empobrecimiento de la capacidad de comprensión de la vida afectiva, si no tenemos palabras diferentes para distinguir entre diferentes conceptos, lo emocional se convierte en una especie de masa sin forma, que se tiene que valorar mucho, pero sin comprenderla porque en ella se mezclan causas y efectos, expresiones públicas y actos privados y sentimientos propios y ajenos. Ya hay una entrada de este blog dedicada a hablar de los usos y abusos de la palabra emoción en el lenguaje cotidiano, en esta entrada vamos a precisar lo que es una emoción, distinguiéndola de los afectos, la pasiones y los estados de ánimo.
Naturalmente, en el lenguaje coloquial toda palabra tiene diferentes significado según el contexto y todos estos conceptos están relacionados. Lo que vamos a hacer aquí es intentar dar significado inequívoco a estas palabras desde un punto de vista científico, diferenciando unos conceptos de otros, aunques estas definiciones, a veces, no encajen bien en el lenguaje coloquial.
Los afectos
Vamos a ver un ejemplo de lo que es un afecto según la Psicología, imaginemos que tenemos una tía entrañable que de pequeños nos hacía chocolate deshecho y nos daba galletas hechas por ella misma y a la que profesamos mucho cariño, aunque no estemos en contacto continuo con ella. Las cosas buenas que le puedan pasar nos alegran y si le pasan cosas malas, nos entristecemos; es más, haríamos lo que fuera para ayudarla o hacerla feliz y, si fallece, estaríamos apenados, para luego recordarla con nostalgia y, también, cariño.
Esto es un ejemplo de lo que se puede entender por un afecto, que es una condición continua que siempre existe, pero no siempre ejerce influencia en el comportamiento. Si se está con la tía, se pueden experimentar sentimientos relacionados con el cariño, pero cuando no se está con ella, ni nada la recuerda, continuará habiendo afecto aunque no se manifieste en absoluto; el afecto es sencillamente una condición potencial. Por lo tanto, el afecto es una cualidad, una característica de una relación con una persona, la tía, no es un hecho, no es un acontecimiento, no es una respuesta, es una inclinación hacia algo, en este caso una persona.
En este ejemplo la relación es afectuosa, pero podría ser hosca o antipática si el afecto no es de inclinación hacia esa persona, sino de rechazo. Aquí encontramos una diferencia entre el lenguaje ordinario y el punto de vista de la psicología científica, en el lenguaje ordinario asociamos afecto siempre con situaciones positivas, pero en realidad podemos ver que los afectos son inclinaciones, bien de aproximarse , bien de alejarse de algo.
Pero no todas las relaciones con las personas tienen un componente afectivo importante, en sentido de inclinación o de rechazo, pueden ser también cercanas a lo neutro. Si voy a una tienda a comprar un sombrero y me atiende una persona que no conozco, puedo ver a esa persona como más o menos simpática y servicial y me puedo sentir más o menos a gusto, pero una vez acabada la compra me olvidaré del dependiente y lo más probable es que el dependiente se olvide de mí, la relación es correcta y educada pero es instrumental para hacer una compra y no tiene un componente afectivo, como el que tiene la relación con la tía.
El componente afectivo no se reduce a las relaciones personales, puede estar presente en cualquier relación con el entorno: objetos, lugares, ideas, símbolos, formas de comportarse, personajes históricos, héroes deportivos, expresiones artísticas y muchas cosas más; todo ello puede tener un componente afectivo para una persona en concreto. Se requiere que lo que sea tenga un valor intrínseco para uno mismo. Se puede tener afecto una tía, a un club de fútbol, a unas zapatillas viejas de casa o a la selva del Amazonas. Tener afecto a algo significa que lo que le pase a eso es como si me pasara a mí mismo, ya sea placentero o displacentero. Esos afectos no son instrumentales, no son medios para conseguir otros fines, son fines en sí mismos porque nos identificamos con ellos. Por lo tanto, un afecto es la inclinación (o rechazo) que se tiene hacia personas o cosas que tiene un valor intrínseco para uno mismo, que representa el grado en el que nos identificamos con ello y nos afecta personalmente.
Por cierto, puede parecer un poco frívolo que en una lista de afectos se ponga al mismo nivel unas zapatillas de de casa y los bosques amazónicos, pero es que los afectos son así, totalmente subjetivos e irracionales y cada persona sus propios valores afectivos. Los afectos son el valor subjetivo que les damos a personas o cosas, no de su valor objetivo. Los sentimientos de una persona nos desvelan su vinculación con el entorno.
Las pasiones
Una pasión es una fuerte inclinación, o sea un afecto intenso, que muchas veces se transforma en actividades, en la que invierte una cantidad significativa de tiempo y energía. Una pasión puede ser tener una afición a la que se le dedica todo el tiempo y esfuerzo posible, también se puede tener pasión por el trabajo, o experimentar una amor tan intenso por una persona, que se convierta en una pasión. Naturalmente, se puede distinguir entre la pasión armoniosa, fruto de que una persona ha decidido implicarse a fondo en una actividad y no de un impulso incontrolable. Es decir, que cada persona decide cuándo dejarse llevar por su pasión y cuando no, lo que le permite mantener una armonía con las demás ocupaciones y aspectos de la vida. Por el contrario, las pasiones pueden ser también de tipo obsesivo, que implican una necesidad incontrolable de implicarse, de manera que es la pasión la que llega a ejercer un control de la persona y no al revés.
Las emociones
Imaginemos ahora que alguien se entera de que a su querida tía se le ha roto la cabeza del fémur, o ve que su club de fútbol ha metido un gol, descubre que alguien en su casa ha tirado tus queridas zapatillas a la basura porque eran un auténtico asco o ve unas imágenes en las que se están arrasando una gran extensión de bosque amazónico. Todo esto son acontecimientos (puedan ser reales o imaginados) que tienen una gran significado afectivo, sencillamente porque implican un cambio en personas, situaciones o cosas con un alto valor afectivo. Y en consecuencia desencadenan una respuesta que es algo así como una alteración o conmoción intensa, pero pasajera, del estado general del individuo que incluye tanto cambios fisiológicos, por ejemplo, el incremento de la frecuencia cardiaca, como cambios conductuales del tipo de mostrar ciertas expresiones faciales y verbales. Esto es una emoción, la pena por el accidente de la tía, la alegría desenfrenada por el gol, la rabia por perder las zapatillas o la indignación ante el expolio medioambiental.
Una característica importante de las emociones es que están controladas por sus antecedentes, son reacciones rápidas a algo que ha ocurrido o se piensa que ha ocurrido, si uno grita y salta de alegría porque su equipo ha marcado un gol se entiende que se hace porqué sí (como los afectos, es un fin en sí mismo), por mucho que se grite de alegría el resultado no cambiará, será el mismo pero, claro, saltando y gritando se disfruta más del resultado. Por eso se dice que las emociones son involuntarias, son reacciones que explotan, no son el resultado de la deliberación. Uno no puede decidir emocionarse o no. Otra cosa sería fingir una emoción para conseguir un resultado, pero no estamos, ahora, hablando de eso.
Otra característica importante de las emociones es que son incompatibles con toda conducta que no esté relacionada directamente con la causa inmediata de la emoción, monopolizan la conducta. Si alguien va conduciendo un coche y ante una maniobra de otro vehículo tiene que hacer un giro rápido, puede tener un susto importante. Se ha activado una emoción de miedo que ha hecho que por un momento nada exista en el mundo aparte del coche peligroso. Una vez que ha pasado ese susto puede tener dificultades para conducir, lo más razonable sería parar, relajarse y, luego, seguir conduciendo. Es decir que una emoción secuestra o embarga las capacidades y acciones de una persona enfocándolas exclusivamente al hecho que ha provocado la emoción.
Las emociones son únicas e irrepetibles. Una persona puede haber sentido alegría en deferentes ocasiones, o miedo, pero cada vez que experimenta alegría es diferente. Las circunstancias, los detalles, el momento, la experiencia emocional siempre es única. Pero podemos agrupar las agitaciones emociónales en diferentes tipos generales en función de su significado afectivo y de las respuestas que provoca. Así, hay cierto consenso entre los especialistas en proponer que hay seis emociones básicas que son el miedo, la ira, el asco, la alegría y la sorpresa. A partir de estas emociones, mediante el aprendizaje y el desarrollo en sociedad, las personas van elaborando el resto de emociones, llamadas secundarias, como son el orgullo, envidia, culpa, vergüenza, etc. con todos sus posibles matices. Ahora bien, recodemos que estas emociones se provocan cuando se produce algo que involucra nuestros afectos.
El estado de ánimo o humor.
El estado de ánimo, estar de buen o mal humor, se parece a una emoción en el sentido que es un estado general del tono hedónico (grado de placer o satisfacción que se experimenta) que se desarrolla a lo largo del tiempo. Pero mientras las emociones son agitaciones que ocurren de vez en cuando, se puede decir que siempre tenemos algún tipo de estado de ánimo, más placentero o mas malhumorado, más intenso o más tenue, pero siempre tenemos un ciento tono general de ánimo. Otra diferencia con las emociones es que que el estado de ánimo no es incompatible con ir desarrollando las actividades diarias, el estado de ánimo no determina lo que se hace, sino cómo se hace. De hecho, un estado de ánimo no se puede observar directamente, sino que se infiere a partir de la conducta, observando como se reacciona a los imprevisto o como se interactúa con otras personas. Hay personas que, en sentido general, tienden a tener un estado de ánimo alegre y otras que tienden a estar de peor humor. También hay personas muy estables que siempre tiene el mismo estado de ánimo y otras personas más volubles que, sin saber exactamente porqué, les cambia cambia el humor. Pero, naturalmente, los acontecimientos cotidianos afectan al estado de ánimo, lo que nos pasa puede subir o bajar el ánimo. Si tenemos una alegría una vez pasada la emoción, puede influir en que durante un cierto tiempo estemos de buen humor, o mejor dicho de mejor humor que lo habitual, o si tenemos una discusión con alguien puede ser después estemos de mal humor durante un tiempo.
En conclusión
Con estas ideas creo que el mundo afectivo1 puede dejar de ser una pasta sin forma. Para entender la afectividad de una persona, o la propia, es útil identificar los afectos, de inclinación o de rechazo. Conocer los afectos da paso a comprender de dónde salen las pasiones y cuándo y porqué se experimentan emociones, sin mezclarlo con los estados de ánimo.
Notas:
- Si hablamos de afectos, pasiones, emociones y estados de ánimo, nos hace falta una palabra que englobe todo ello, en español se le puede llamar la afectividad, en inglés se usa más bien emotional como término genérico. Este es también un punto de confusión entre el lenguaje ordinario y el científico, en el lenguaje ordinario a veces se usan términos paraguas para englobar fenómenos diferentes que se han comentado, como por ejemplo «las emociones».
Esta entrada está inspirada en la obra del filósofo Gilbert Ryle, El concepto de lo Mental, que aunque escrito en 1949 ha orientado a generaciones de psicólogos que quieren usar términos y conceptos rigurosos y no lugares comunes en referencia a la mente y lo psicológico.
En referencia a las pasiones hay que destacar el trabajo del profesor Vallerand con el que hemos podido colaborar en un estudio en el que elaboramos la versión española de la Escala de Pasion
Tengo que agradecer a mi colega el Dr. Tomás Blasco, de la Universitat Autònoma de Barcelona, sus comentarios y sugerencias sobre el texto.
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