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Usos y abusos de la palabra emoción en el lenguaje cotidiano.

Se usa mucho la palabra emoción y su adjetivo derivado, emocional. Pero en un sentido tan vago y poco preciso que puede llegar a no querer decir absolutamente nada. En ocasiones, decir emocional es como decir guay, pero nada más. Se están usando tanto estas palabras que se les ha gastado el significado. Para entender su uso y abuso hace falta retroceder a finales del siglo veinte cuando llegó al gran público los resultados de las investigaciones científicas en Psicología que concluían que las personas no somos unos animales racionales exclusivamente, sino que pensamos y actuamos tanto con la racionalidad, como con las emociones. En realidad, el descubrimiento de la importancia de las emociones era fruto de los trabajos de la Psicología científica desde los años 50 del siglo pasado, pero no llegó a la cultura popular hasta los años noventa.

La popularización de las emociones ha tenido, en mi opinión, un efecto cultural positivo porque se ha fomentado que las personas sean más conscientes de sus emociones, se ha valorizado ser más comprensivo y empático con otras personas, se ha entendido que el sufrimiento y la competitividad no son las únicas vías para alcanzar metas y se ha comprendido que las personas con alteraciones emocionales merecen ser atendidas y no censuradas y excluidas de la sociedad.

Pero junto con la diseminación de las ideas sobre las emociones han llegado legiones de gurús y entrenadores emocionales, sin formación en Psicología, que han transformado las emociones una especie de producto de consumo. Hay toda una industria de las emociones que vende emociones intensas, rápidas e inmediatas junto con promesas de felicidad fácil de obtener. Con esta comercialización de las emociones se ha simplificado y perdido el sentido de las investigaciones psicológicas. Para mejorar la cultura de las emociones es necesario divulgar los conocimientos científicos orientados a conocer como funcionamos las personas y no fomentar soluciones mágicas de positividad a toda costa para solucionar los problemas.

Francisco Martínez Sánchez ha editado un libro titulado Todo lo que usted siempre quiso saber sobre las emociones (Y nunca se atrevió a preguntar)en el que diferentes profesores de Psicología, entre los que tengo el honor de estar, explican de forma comprensible lo que son las emociones, como funciona y como influyen en nuestra vida, pero siempre desde un punto de vista científico, es decir basado en evidencias.

El efecto deseable de la divulgación de la Psicología científica es conseguir que haya una mejora de la compresión de las emociones y también de las relaciones humanas. Pero para que se produzca esta mejora se necesitan ideas claras y conceptos bien definidos y, por desgracia, el abuso verbal de los términos emoción y emocional entorpece la comprensión de cómo funcionan las emociones. Pongamos algunos ejemplos de este uso torpe y simplón del concepto de emoción.

Emociones en el arte y la comunicación.

Pongamos una artista que en una entrevista declara que quiere transmitir emociones. Queda muy bien, muy cálido y actual, dice que el objetivo de su trabajo es transmitir emociones, ¡Qué bien! El único problema es que no ha dicho absolutamente nada, porque las expresiones artísticas siempre, desde el principio de los tiempos, implican transmitir mensajes mediante el impacto emocional que producen. Las primeras personas que pintaron animales en una cueva no pensaban en absoluto que estaban inventando el arte, ni muchísimo menos pensaban que estaban transmitiendo emociones. Existen interesantes polémicas sobre la función de las pinturas rupestres, propiciar la caza abundante, la cohesión del grupo, la experiencia espiritual, no lo sabemos exactamente, pero creo que podemos asegurar que si esas pinturas no hubiesen producido emociones en las personas que las contemplaban, no se hubiesen desarrollado nunca. Las emociones son un requisito imprescindible para el arte, pero no son su fin, no es su objetivo.

En mi opinión, sería mucho más interesante intentar precisar qué emociones se pretende comunicar en una expresión artística: alegría, miedo, confianza, tristeza, amor o la que sea. Y qué se persigue induciendo estas emociones, que el público pase un buen rato, que sea consciente de la realidad social o, simplemente, obtener una buena recaudación.

Lo mismo pasa cuando se habla de la comunicación emocional ¿Qué quiere decir eso? Este término se usa especialmente en el terreno de la publicidad y de la comunicación en el mundo de los negocios. Si yo leo comunicación emocional, tendría que entender que consiste en que una persona expresa o comunica sus emociones, pero no es eso; la comunicación emocional consiste en tener en cuenta las emociones del receptor para asegurar la eficacia del mensaje. Eso suena más bien a manipulación, pero en realidad es lo que persigue la publicidad y la comunicación persuasiva. Cuando se quiere convencer de algo a alguien, se suele tener en cuenta el punto de vista y las emociones de alguien para conseguir que tome una decisión en un sentido determinado. Pero eso ha sido siempre así, ahora sabemos más de estos mecanismos emocionales, y no entiendo por qué se le llama comunicación emocional, a no ser que sea por simple esnobismo. La comunicación es siempre emocional y siempre lo ha sido, pero no hay una comunicación sólo y exclusivamente emocional, no se transmiten emociones aisladas, esto no tiene sentido, en realidad se transmiten mensajes que provocan emociones.

Juzgando las emociones.

Muchas veces se clasifica las emociones en positivas y negativas: ¡Hay que buscar las emociones positivas y eliminar las negativas! Vaya, que hay emociones buenas y malas, esto es totalmente falso. Hay emociones placenteras y emociones displancenteras, pero todas tienen una función, la de adaptarnos a las situaciones en las que nos encontramos. El miedo nos motiva a evitar peligros, la vergüenza a rectificar errores, la tristeza nos ayuda a aceptar las pérdidas. La diferencia está en que hay emociones que nos motivan a mantenerlas como la alegría, buscamos las situaciones que nos producen alegría e intentamos que perduren, son emociones que funcionan con un bucle directo o positivo: cuanto más alegre sea una situación, más se persigue. En cambio, hay emociones que nos empujan a evitar las condiciones que las producen. El miedo, el asco, la vergüenza, la culpa, son emociones que funcionan, en cambio, en un bucle inverso o negativo: cuando más displacentera es la situación, menos la buscamos.

Lo que no es deseable es que las emociones no sean adecuadas las situaciones del entorno. No tiene sentido alegrarse ante la pérdida de un ser querido, ni tener miedo de establecer una relación cercana con otra persona.

Por lo tanto, nada de etiquetar a las emociones en negativas y en positivas y sí a aceptar las emociones que sentimos para comprendernos mejor, a nosotros mismos y a cómo nos relacionamos con nuestro entorno.

Usando las emociones para entender el mundo.

Hace poco leí que un sesudo analista político declarar que para comprender la decisión del voto de las personas no basta con la racionalidad, sino que hay que echar mano de las emociones. Creo que se refería a que para comprender el comportamiento de los electores hay que analizar su pensamiento racional y también sus emociones. Pero para comprender a otras personas basta con la racionalidad, la racionalidad para analizar todos los aspectos de un fenómeno concreto. Imaginémonos que queremos entender las decisiones de los electores al votar a partir de “nuestras” emociones, el resultado sería desastroso, llegaríamos a la conclusión que los que eligen opciones que nos disgustan son estúpidos o malvados. Lo que quiero decir es para entender a las personas hay que entender sus emociones, las de ellos, las de los otros, pero si nos centramos en nuestras emociones nos alejamos de la compresión de los otros y nos acercamos al prejuicio. Por eso es necesario conocer nuestras emociones, no para que contaminen nuestros juicios, sino para poder distáncianos de ellas y dejar que la racionalidad prevalezca.

  • Siempre es mejor especificar de qué emoción se habla y no usar la palabra emocional para cualquier cosa.
  • No hay emociones buenas o malas, ni positivas o negativas.
  • Cuando convenga, hay que saber distanciarse de las emociones propias.
  • No se pueden cambiar las emociones si no se cambian los pensamientos y las acciones.

En resumen: Respetemos lo que siente la gente.

Probablemente, el uso y abuso de las palabras emoción y emocional proviene de no entender cómo funcionan las personas y las emociones y creer que las emociones son productos o cosas que existen en sí mismas sin contexto.

Las personas pensamos, sentimos y actuamos. Lo que ha descubierto la Psicología es que lo que sentimos (la parte “emocional”) se mezcla e influye en lo que pensamos y en cómo actuamos. Por lo tanto, la emoción está siempre presente cuando consideramos a la conducta humana, no se puede analizar y comprender a las personas sin tener en cuenta las emociones. Pero el error es pensar que las emociones se pueden entender por si mismas sin tener en cuenta quién las siente, sus pensamientos y sus acciones. Intentaré explicarme, no se puede fabricar y vender emociones positivas estándar a todo el mundo porque cada persona siente a su manera. No puedes hacer que una persona cambie sus emociones, son suyas es su sentimiento y eso hay que respetarlo, aceptarlo e incluso comprenderlo.  no se puede habar de felicidad o de ansiedad sin tener en cuenta las personas reales que experimentan esas emociones.

Pero de la misma manera que las emociones (lo que se siente) influyen en los que pensamos y en cómo actuamos, lo que se piensa y lo que se hace influye también en las emociones, lo que se siente. Las emociones son automáticas y no se cambian a voluntad, pero los pensamientos y las acciones se pueden cambiar deliberadamente.

Por lo tanto, es imposible tratar las emociones fuera de su contexto, fuera de la persona que las siente y fuera de las situaciones que las provocan. Cuando una persona va a un psicólogo profesional, se le da pautas adaptadas a ella misma en función de su problema concreto, su capacidad, sus objetivos y estilo de vida, por eso los consejos de un psicólogo son individuales para cada persona. Pero dar consejos estándar sobre cómo llegar al supuesto “bienestar emocional” que funcione para todos, es lo más parecido a una memez.

O sea, yo animo a respetar a las emociones, a los sentimientos personales, las personas tienen derecho a sentir sus propias emociones y también a buscar la felicidad ajustando sus emociones, con sus pensamientos y con sus acciones. Pero nunca pretendamos cambiar las emociones, sin tener cuenta nada más, como quien cambia de camiseta.

3 respuestas

  1. Avatar de Jone

    Me ha gustado mucho este artículo.
    Estoy de acuerdo en que abusamos de esa palabra. Y que quien dice eso de que quiere una comunicación emocional puede tener intención de manipular-o eso he entendido yo- como un político buscando votos, o la publicidad buscando ventas.

    Para evitarlo, yo creo que lo mejor es observar las propias emociones sin juzgarlas. Y respirar despacio. Es difícil pero poco a poco va funcionando.

    1. Avatar de Jordi Fernández-Castro
      Jordi Fernández-Castro

      Gracias por el comentario. Y estoy de acuerdo con lo que dices, es bueno aprender a contemplar nuestras emociones con distancia, sin sentirnos ni culpables, ni orgullosos.

  2. […] privados y sentimientos propios y ajenos. Ya hay una entrada de este blog dedicada a hablar de los usos y abusos de la palabra emoción en el lenguaje cotidiano, en esta entrada vamos a precisar lo que es una emoción, distinguiéndola de los afectos, la […]

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