¡Haz caso a tu corazón! ¡Los sentimientos no mienten! ¿Quién no ha visto estos pseudo consejos alguna vez? Ahora que la razón ha sido destronada como principal guía del pensamiento humano, dado que la racionalidad humana es falible, subjetiva e influenciable, parece que la guía rectora de las decisiones y la conducta tenga que ser la afectividad, o sea las emociones. Esto es un ejemplo del pensamiento dicotómico del que hemos hablado en otra entrada. Si se cree que razón y emoción son entidades distintas, incompatibles y opuestas y que la razón te engaña, pues la emoción debería ser la que dice la verdad. En mi opinión eso es una solemne tontería y voy a intentar explicar por qué.
La experiencia afectiva consciente sólo es una parte de la afectividad.
Las personas se guían por sus afectos y pasiones. En ocasiones se experimentan emociones que son agitaciones transitorias, mientras que siempre se está en un cierto estado de ánimo, más brillante o más oscuro en función de las circunstancias, como se explica en otra entrada de este blog. La afectividad influye profundamente en el comportamiento y en las decisiones que se toman, pero no se es siempre plenamente consciente de todos los procesos afectivos. Por ejemplo, a veces se cambia de estado de ánimo debido a algún contratiempo o, al revés, por algo que ha salido bien, un observador externo puede relacionar los hechos con el cambio de humor, pero la persona afectada puede no ser consciente de esta influencia. Se toman decisiones y se elige entre alternativas bajo la guía de los afectos, ya sean de repulsa o de atracción, pero uno mismo no es capaz de reconocer todas estas sutiles influencias. Es muy difícil que alguien diga: ¡Me he comprado este cachivache que es muy caro y que no sirve de nada, pero es que la marca me hace sentir guay! Precisamente la razón es falible porque siempre está mezclada con la afectividad de manera solapada.
Esto es así porque buena parte de los procesos psicológicos son automáticos, como decimos los psicólogos, es decir las personas se comportan en función de su entorno y de su experiencia pasada a partir de la actividad que se produce en el cerebro, pero sin ser capaces de describir todos estos procesos, ni de influir en la mayoría de ellos de forma voluntaria. Pero toda esta actividad está acompañada de la experiencia subjetiva, que es un hecho privado (para cada uno) que consiste en lo que vamos pensando, sintiendo, imaginando mientras nos vamos comportando. La experiencia subjetiva se puede intentar describir y comunicar a otras personas, con mayor o menor fortuna. Por lo tanto, cuando las personas hablan de su “mente”, en realidad solamente hablan de lo que se experimenta, de lo que se siente conscientemente, pero ignorando todo el resto de factores automáticos que influyen en la conducta.
Sentimientos
La experiencia afectiva consciente está compuesta por sentimientos, principalmente, y también por sensaciones como veremos más adelante. Los sentimientos son hechos privados con los que se experimenta conscientemente el significado afectivo de se atribuye una situación del entorno; como por ejemplo sentirse culpable, avergonzado, orgulloso, ofendido, satisfecho, feliz, paralizado, libre, y muchas otras cosas más. Es decir, cuando pasa alguna cosa relacionada con nuestros afectos (nuestras inclinaciones y rechazos íntimos y personales) se producen sentimientos que expresan cómo creemos que nos afecta personalmente esta situación.
Como los sentimientos son hechos privados, no tenemos manera de saber lo que otras personas sienten en realidad, solamente podemos hacer inferencias entre la situación antecedente y la verbalización, la expresión facial o la conducta. Esto es lo que pasa con la percepción del color, sabemos que la mayoría de las personas ante un haz de luz de entre 500 y 550 nm dicen que lo ven de color verde, pero no podemos saber si la sensación de verde es igual entre dos personas. Lo mismo pasa con los sentimientos, si unos padres ven que su hijo o hija consigue algo importante, pueden sentir orgullo de padres, lo sabemos observando en qué situaciones los padres dicen que se sienten orgullosos de sus hijos, pero no sabemos si el sentimiento es exactamente igual entre diferentes personas.
Los sentimientos son siempre reales, aunque pueden no ser ciertos. Por ejemplo, si una persona aspira a un premio y lo consigue otra persona, puede tener el sentimiento de ser víctima de una injusticia. Mientras que un observador imparcial podría llegar a la conclusión que se puede explicar la reacción emocional más bien como envidia, porque la otra persona ha conseguido merecidamente algo que la primera persona quería para sí. En este sentido, el sentimiento de injusticia es totalmente real (subjetivamente), aunque objetivamente se pueda dudar de que sea cierto que se haya producido tal injusticia.
Las sensaciones corporales se entremezclan en ocasiones con los sentimientos, aunque no son lo mismo. Estas sensaciones provienen de las reacciones fisiológicas provocadas por la activación de las conmociones emocionales; como, por ejemplo, palpitaciones, garganta seca, manos sudorosas, o mariposas en el estómago. Pero también provienen de otros estados como la fatiga, el hambre, la sed o el malestar por estar enfermo. Hay personas que pueden distinguir con precisión sus sensaciones e identificar su origen, pero otras personas pueden mezclar sensaciones y no distinguir entre sensaciones causadas por circunstancias físicas de las relacionadas con los afectos.
Sentimientos fingidos y sentimientos inducidos.
La expresión pública de los sentimientos privados es una poderosa arma de comunicación, principalmente porque las personas difícilmente son insensibles ante los sentimientos de los otros. Cuando una persona expone una idea junto con los sentimientos que experimenta es más convincente y comunicativa.
Es más, percibir los sentimientos de otras personas en muchas ocasiones hace que uno sienta lo mismo, estos son los sentimientos vicarios, que son la base de la empatía de la que ya se ha hablado en este blog en otra entrada. Pero esta inclinación a verse afectado por los sentimientos de otras personas tiene un efecto secundario, que es aprender a fingir sentimientos para conseguir ciertos objetivos, por ejemplo, dar pena, o fingir indignación e ira para intimidar a otras personas y conseguir concesiones. En este caso, los sentimientos no son reales, son fingidos, son instrumentales.
Otro caso diferente son los sentimientos inducidos. Por ejemplo, los aficionados a las películas de terror tienen sentimientos reales de miedo y, curiosamente, les gusta porque saben que no hay peligro real de ser despedazado por un zombi. Lo mismo pasa con las películas románticas, se tienen sentimientos tiernos y apasionados, reales porque se sienten de verdad, pero que no son genuinos, porque en el fondo se sabe que se está viendo actores que fingen enamorarse. Generalmente, las expresiones artísticas intentan provocar sentimientos en los espectadores y precisamente ése es su atractivo, conseguir vivir unos sentimientos reales pero que no provienen de la vida cotidiana real de cada uno que, muchas veces, es más aburrida.
Es decir, los sentimientos inducidos son reales, pero no genuinos, porque no son consecuencia de las circunstancias vitales de cada persona, no están relacionados con sus afectos personales e intransferibles y son resultado de narrar o exponer situaciones ficticias que cada uno puede interpretar relacionándolas con sus propias experiencias. Los sentimientos inducidos son muy importantes, por ejemplo, los niños se educan a partir de sentimientos inducidos por los juegos o por lo cuentos (aunque sea todo online) y, a cualquier edad, es maravilloso disfrutar al dejarse llevar por los sentimientos inducidos de las manifestaciones artísticas de cualquier tipo que, además, consiguen abrir la mente a nuevas perspectivas.
Pero, por otra parte, los sentimientos inducidos pueden ser usados como poderosos instrumentos de manipulación: la publicidad, las maquinarias electorales, los grupos de presión han descubierto que la mejor manera para conseguir la adhesión a sus propuestas no es ofrecer argumentos racionales y datos, sino inducir los sentimientos apropiados en la audiencia, que las personas se sientan víctimas, orgullosas, felices o insatisfechas, según interese.
En conclusión.
Con estas ideas intento procurar que el mundo afectivo no sea un torbellino de experiencias que impulsen la conducta de forma confusa, a tontas y a locas, sino que se pueda comprender.
Animo al lector a reflexionar sobre los sentimientos propios y a reconocer los sentimientos expresados por otras personas. Habría que reconocer los sentimientos tal y como son, distinguir los sentimientos fingidos de los reales, y los inducidos de los genuinos. Es estimulante jugar o dejarse llevar por sentimientos inducidos y estereotipados, siempre y cuando no nos los tomemos en serio. Lo que se tendría que tomar en serio son los sentimientos relacionados con nuestro entorno real y más cercano, pero eso no significa dejarse influir por ellos sin antes plantearse si se corresponden con la realidad, o son producto de visiones parciales o interpretaciones precipitadas de los hechos.
Por lo tanto, los sentimientos y las sensaciones corporales son como ventanas a través de las cuales cada uno puede contemplar y comprender su vida afectiva y emocional. Y a través de los sentimientos que expresan otras personas también se puede, igualmente, comprender cuáles son sus afectos, siempre y cuando se contemplen sin prejuicios, ni estereotipos.
En fin, de la misma manera que decimos que las personas tienen que pensar por sí mismas, podríamos decir que la las personas tienen que sentir por sí mismas y no dar por bueno cualquier sentimiento, por muy aparentemente real que sea.
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