Para hacer frente al reto del cambio climático, adoptando energías renovables, no hay que olvidar que, junto a grandes cambios políticos y tecnológicos, es imprescindible, también, un profundo cambio de la conducta y de la mentalidad de las personas. En una entrada anterior, Piscología del apocalipsis climático: 1.- comportamiento individual, expuse que la alarma y el catastrofismo no es la mejor vía para conseguir este cambio, sino que, por el contrario, hay que fomentar que los comportamientos respetuosos con el clima sean fáciles de realizar, asequibles para todos y proporcionen el convencimiento genuino e inmediato de que son útiles para mejorar el planeta.

El mayor peligro para nuestro futuro es la apatía dijo Jane Goodall en 2002

El mayor peligro para nuestro futuro es la apatía dijo Jane Goodall en 2002 (1). Lo crucial de esta frase es que la eminente zoóloga y defensora de las especies en peligro de extinción apela a las personas que son conscientes de la necesidad de hacer algo por la naturaleza, pero que no se deciden a pasar a la acción, y no muestra preocupación alguna por los negacionistas. Creo que es una postura inteligente, no se preocupa de los enemigos de la naturaleza, sino de los amigos que no pasan de ser simples espectadores. Para combatir la apatía, lo importante no es alarmar y meter miedo, sino ofrecer confianza en la utilidad de las acciones. Una persona apática ante el futuro del planeta no es una persona despreocupada, sino que cree que no se puede hacer nada. En esta entrada vamos a analizar los principios básicos de la Psicología relacionadas con el contexto social y la conducta colectiva que explican dónde está la dificultad para pasar de la apatía a la confianza en las acciones para defender el planeta del cambio climático y adoptar un estilo de vida basado en energías sostenibles.

No depende de mí, depende de los gobiernos.

Según el Eurobarómetro 2021 (2), el cambio climático es el problema más serio que afronta el mundo para el 18% de los europeos, junto a la propagación de enfermedades infecciosas (17%), la pobreza (17%) y la situación económica (14%). Pero, aunque no se considere el más importante, el 78% de los europeos creen que es una cuestión muy grave, como pasa, con ciertas variaciones, en los países del resto del mundo en los que, consistentemente, aparece como uno de los problemas más graves, aunque el más importante sea, según el país,  la pobreza o la violencia (3).

Porcentaje de personas de cada país europeo que consideran que el cambio climático es el problema más importante al que se enfrenta el mundo (Fuente: Eurobarómetro del 2021)

Cuando se pregunta de quién es la responsabilidad de combatir el cambio climático, los europeos responden que de los gobiernos nacionales (63%), de las empresas (58%) o de la Unión Europea (57%), mientras que los que piensan que es de cada uno de nosotros, no llega a la mitad (43%). Además, la inmensa mayoría de los europeos creen que sus gobiernos no hacen lo suficiente ante el cambio climáticos (el 75%, en España el 82%), a la vez que declaran que han hecho algo para reducir el cambio climático en los últimos 6 meses (64% de los europeos y el 76%, en el caso de los españoles). Para ser más específicos, estas acciones son reducir y separar la basura en el 75% de los casos o reducir las bolsas de plástico, el 59%, o comprar electrodomésticos de bajo consumo, el 42%. Pero las acciones más radicales como comprar coches eléctricos (2%) o instalar paneles solares (8%) son minoritarias.  O sea que la tendencia parece ser que consiste en hacer recaer la responsabilidad en los gobiernos, pero sin depositar la confianza y creer que nosotros mismos tenemos una menor responsabilidad pero que nos esforzamos en hacer algo (aunque en realidad son acciones muy básicas como separar basura).

Veamos otros datos (3), curiosamente los chinos están abrumadoramente convencidos (el 93%) de su gobierno cumplirá con los objetivos de reducción de emisiones de carbono en 2050, como la mayoría de estadounidenses (51%) respecto de su gobierno, pero el 42% de los europeos lo cree en referencia a la Unión Europea. Dado que los esfuerzos de la Unión Europa son mayores que los de USA y China, vemos a mayor nivel de exigencia de la población, menos optimismo. Dentro de Europa pasa los mismo, el 63% de los alemanes y el 67% de los austríacos piensan que sus países fracasarán en los objetivos para 2050, mientras que sólo lo piensan el 45% de los portugueses, el 55% de los italianos o el 58% de los españoles. No es de extrañar que el 80% de los europeos estén a favor de medidas más estrictas que impongan cambios en el comportamiento de las personas, aunque hay que destacar que este apoyo es menor (entre el 61 y 64%) en Holanda, Dinamarca, Alemania y Austria, países con una población muy concienciada con el problema climático, mientras que mucho más alto en España e Italia (81%) o Portugal (85%).

Resumamos, se ve el problema como grave, pero se cree que los gobiernos y empresas son los responsables, incluso, en muchas personas preferirían que se el gobierno les obligara a ser más respetuosos con el medio ambiente. Es necesario analizarlo psicológicamente, porque parece que la dificultad está en el grupo de personas que piensan: hay un problema, que lo solucionen “los de arriba” pero sin cambiar sustancialmente mi forma de vivir.

La responsabilidad compartida y el efecto espectador.

Cuando se plantea la apatía ante situaciones graves que reclaman acción, los psicólogos no podemos menos que recordar el efecto del espectador (bystanding, en inglés). Este efecto fue descubierto a raíz de un hecho luctuoso ocurrido el 13 de marzo de 1964, cuando una mujer llamada Kitty Genovese fue atacada, robada y apuñalada hasta la muerte por un hombre en plena calle en Nueva York. Según las informaciones periodísticas del momento, el ataque duró 30 minutos y fue contemplado por 38 personas, de las cuales sólo una gritó y, peor aún, nadie hizo nada por impedirlo. Está noticia llamó la atención de los psicólogos sociales de la época que se preguntaron porque nadie hizo nada en una gran ciudad, cuando la ayuda a una víctima es una conducta básica compartida por la mayor parte de las culturas. En 1968, John M. Darley, de la New York University en aquella época, junto con Bibb Latané, que entonces estaba en la Columbia University también de Nueva York, publicaron un estudio que dio respuesta a la cuestión. Realizaron un experimento en que los participantes oían a otra persona por un intercomunicador (en realidad, una grabación) en un momento dado, el interlocutor fingía un ataque y se observaba si ante esa contingencia el participante abandonaba su cabina y avisaba al experimentador de que algo inesperado había ocurrido. Había 3 condiciones diferentes: algunos participantes pensaban que eran la única persona que habían oído el accidente, otros que eran dos y otros que eran 4 personas las que participaban en la conversación, pero si verse, solo a través de micrófonos y auriculares. Los resultados indicaron que cuando se creía estar solo, el 85% de las personas avisó que se había producido una emergencia. Cuando se creía que estaban involucradas dos personas, fue el 62% el que respondió y cuando se creía que eran 4, sólo el 31% de las personas buscó ayuda para atender a la víctima. Estos resultados se explicaron formulando el efecto espectador, es decir, cuando más personas están presenten, más se diluye la responsabilidad.  Pero también juega un papel, al parecer, la ignorancia pluralista, creer en privado una cosa (“esto es una emergencia”) pero suponiendo que el resto de los miembros piensan diferente puesto que no hacen nada. De esta forma los miembros del grupo actúan en contra de sus creencias porque creen que el resto no lo ve así, aunque no sea cierto. Y finalmente, también se puede explicar por el miedo a que el resto de los espectadores juzguen que nuestra intervención no está siendo acertada (4).

Pues parece que estamos ante un efecto espectador de dimensión mundial 7.900 millones de personas contemplando el calentamiento del planeta y todos pensando: ¿Por qué tengo yo que hacer algo? El hecho de que se crea que quien puede hacer algo son los gobiernos no hace más que perpetuar el efecto espectador. Como en el caso de un robo, que si se cree que la policía va a intervenir ¿Para qué voy yo a hacer algo? Para evitar este efecto espectador se necesita que cada persona crea que es indispensable y que se de cuenta que las otras personas también piensan los mismo que nosotros, aunque no se diga explícitamente.

Salir de las miasmas para llegar al buen etiquetaje.

En el siglo XIX la mayoría de los médicos pensaban que enfermedades como el cólera, la viruela o la sífilis tenían su origen en las miasmas que eran las emanaciones fétidas de la suciedad putrefacta contenida en los suelos y en las aguas.  Pero el trabajo de Louis Pasteur, Robert Koch y Rudolf Virchow y otras muchas personas hizo que a principios del siglo XX, se empezara a imponer la teoría del germen que propugnaba que eran los microbios (virus, bacterias, protistas, hongos o priones) los que causaban esas enfermedades, llamadas infecciosas desde ese momento, y que estas enfermedades infecciosas se transmitían de personas enfermas a personas enfermas, a través del aire, el agua u otras vías (5).

La teoría miasmática era falsa, pero proporcionaba una regla práctica que no era mala del todo: si hay algo que huele mal, límpialo porque puede provocar enfermedades.  Con esta máxima Florence Nightingale, la mujer ferviente defensora de la teoría miasmática que fundó la enfermería moderna, se pasó buena parte de su vida intentando que los hospitales fuesen lugares limpios y demostrando que la limpieza salvaba vidas, peleándose con los médicos de la época, entonces eran todos varones, que al parecer eran poco, o nada, cuidadosos con la limpieza. Luego, con el advenimiento de la teoría del germen, se supo que no bastaba con la limpieza, sino que se necesitaba desinfección, puesto que puede haber cosas limpias y que huelan bien pero que contengan microbios potencialmente malignos (6).

Pues bien, en el terreno la prevención del cambio climático, en mi opinión particular, muchas personas están liadas con las miasmas y saben poco de los gérmenes. Me intentaré explicar, si un consumidor quisiera hacer que sus compras no contribuyesen al cambio climático, podría fijarse en los etiquetados de los productos y hallaría una serie de palabras atractivas que dicen que los productos son verdes, respetuosos con el medio ambiente, naturales, ecológicos, artesanales, biológicos y muchas otras cosas parecidas. Estas palabras junto con algunos colores, como el marrón o el verde, y envoltorios, como los sacos de arpillera o el papel marrón clásico, son muy importantes porque son señales inmediatas que influyen en la decisión, producen una sensación de satisfacción por crear una atmósfera ecológica o natural (efecto muy potente, como expliqué en la entrada anterior).

Pero el problema es que estas señales son muchas veces ambiguas, no siempre están claramente reguladas y, por qué no decirlo, en más de una ocasión son directamente engañosas. Por otra parte, resulta que nuestros conceptos son blandos, flexibles e interconectados (esto lo expliqué en la entrada: Prototipos mentales, o cómo hacer simple la realidad compleja), nuestra idea de lo natural está entrelazada con lo biológico y con el medioambiente y, mentalmente, se hace una amalgama de esos conceptos, aunque, en realidad, no todo sea lo mismo. Por ejemplo, hay productos artesanales, sin productos artificiales añadidos, pero que siguen teniendo una huella de carbono alta (es decir que para producirlos se emite más CO2 que el que se recupera) y hay productos industriales y artificiales que son neutros respecto el carbono.

Es decir, si un comprador quiere adquirir productos respetuosos con el medioambiente, tal y como están ahora las cosas, sólo se puede fiar de su olfato, en sentido figurado, para detectarlos, puesto que no se hace pública información técnica y fiable de la huella de carbono de cada producto (que es el indicador objetivo de la calidad medioambiental de un producto). Esta falta de información puede llegar a que incluso muchas personas opten por actividades que creen que son las que menos contribuyen a las emisiones de CO2 cuando en realidad es lo contrario, por ejemplo, cuando se opta por hacer actividades turísticas en espacios naturales alejados de las ciudades, que según como se haga puede producir más emaciaciones de CO2 que otras opciones de turismo más urbanizadas.

Por eso es necesario que la huella de carbono de todos los productos y actividades sea una información pública y transparente y que se difundan el uso de los instrumentos que sirven para que cada uno pueda calcular la huella de carbono de sus actividades (4). Es lo mismo que pasa con el cuidado actual de la salud, está bien fijarse en las sensaciones subjetivas para saber si uno está sano o no, pero la información definitiva se basa en análisis y pruebas diagnósticas objetivas que informan de estados biológicos invisibles incluso para el propio paciente, que son la base del diagnóstico. En los aspectos medioambientales, no podemos guiarnos por lo que parece natural, necesitamos datos, la huella de carbono en concreto, para guiar nuestras decisiones.

La huella del carbono no es como al contaminación atmosférica que se nota respirando hay que tener mediciones exactas.

Es muy posible que, proporcionando esta información a los usuarios, sólo informando, se pueda obtener un efecto positivo en el cambio de costumbres, de igual manera que cuando se proporciona información sobre los pasos dados cada día, se motiva a caminar más, sin necesidad de dar más instrucciones. Disponer de información inmediata y fiable de las consecuencias medioambientales del comportamiento propio es, quizás, la fuente más potente de cambio.

En el terreno del etiquetaje sobre la huella de carbono, se delimita la responsabilidad de los gobiernos, empresas y población. Los gobiernos deben legislar, las empresas deber ejecutar lo legislado y la población con esa información debería responsabilizarse de sus propias decisiones de consumo. La información en realidad aumenta la libertad del individuo, no al contrario.

El menos es más del efecto Linda

Amos Tversky y Daniel Kahneman, dos psicólogos que revolucionaron la visión de la naturaleza humana  especialmente en lo económico y social, pusieron de relieve las falacias de razonamiento de damos por buenas y los sesgos cognoscitivos que se deslizan sin darnos cuenta en las tomas de decisiones (6). Uno de estos errores es la de la conjunción. Para ponerlo de relieve plantearon la siguiente sencilla conjetura a diferentes voluntarios que participaban en sus experimentos:

Linda de 31 años, soltera, simpática e inteligente. Se graduó en filosofía. Como estudiante, estaba profundamente preocupada por cuestiones de discriminación y justicia social, y también participó en manifestaciones antinucleares.

¿Qué es más probable?

1. Actualmente, Linda es cajera de banco.

2.Actualmente, Linda es cajera de banco y participa activamente en el movimiento feminista.

Una mayoría, el 85%, de las personas contestaron que es más probable la 2, aunque es incorrecta des de un punto de vista puramente matemático porque siempre será probable que una persona o situación cumpla un solo criterio que cumpla dos a la vez. Esta respuesta incorrecta estaba guiada por la representatividad, como había sido activista es más representativo de la persona que lo siga siendo. Pero esto no es lo que se pregunta, aunque sea más probable que sea activista que cajera de un banco, siempre será menos probable que cumpla las dos condiciones que cumpla una sola (7).

La falacia de la conjunción en la reducción de la emisión de gases efecto invernadero consiste en pensar que si se acompaña este objetivo de otros objetivos sociales se ganarán más seguidores, cuando en realidad es lo contrario. Intentaré poner un ejemplo, imaginemos que se pretende que se de apoyo a un grupo de activistas que pretendan la sustitución de los combustibles fósiles por energías renovables. El máximo apoyo a esta propuesta se conseguirá cuando no se combine este objetivo con ningún otro, pero si, con el interés de captar más adeptos, se añade la conservación de la naturaleza, el bienestar animal, la equidad social, el diseño de las ciudades o la revitalización de las zonas rurales, forzosamente se tendrá menos seguidores, porque se requiere estar de acuerdo con la conjunción de varios objetivos. Y no estoy diciendo que esos otros objetivos no sean valiosos, sino que la naturaleza humana es así. Porque si se quiere implicar al máximo numero de personas en la lucha contra el calentamiento global, no se pueden poner condiciones, no se puede plantear que el conjunto de personas que adoptan un cambio de estilo de vida tenga que además cumplir con otras condiciones y tengan que tener una ideología concreta.

Por eso la estrategia de la Organización de la Naciones Unidas es especialmente acertada, la lucha contra el cambio climático es uno de los 17 objetivos de desarrollo sostenible que la ONU aprobó en 2015 (8). A partir de entonces ha organizado conferencia y promovido tratados y acuerdos relacionados exclusivamente con este objetivo sin mezclarlo sin ningún otro de los 16. Por eso participan organizaciones y países de todo el mundo que llegan a cuerdos de mínimos, muy criticados por las actividades medioambientales, pero que consigue el máximo de adhesión precisamente por su transversalidad.

Ser respetuoso con el clima tiene que ser visto como un objetivo global, para personas de cualquier género, edad, raza, orientación sexual, religión o ideología, para todas las naciones, sea cual sea su nivel de riqueza y cultura. Incluso se tiene que incluir a todas las personas que actualmente viven de la industria basada en lo combustibles fósiles. Si no se intenta hacer conjunción con otros objetivos, se podrá conseguir la máxima adhesión a los esfuerzos por sustituir energías fósiles por renovables. Imponer conjunciones para combatir el cambio climático, es decir presuponer que se tiene que pensar de una determinada manera para ser un auténtico activista contra el cambio climático, es reducir la cantidad de personas dispuestas a sumarse.  

No es lo mismo más caro que menos barato

Amos Tversky y Daniel Kahneman también formularon la Teoría Prospectiva de la Toma de Decisiones y demostraron que en decisiones de carácter económico las personas no nos guiamos estrictamente por las ganancias o pérdidas objetivamente esperables, sino que entran en juego principios psicológicos como el de la aversión al riesgo. Partiendo de evidencia empírica, la teoría describe cómo los individuos evalúan las potenciales pérdidas y ganancias. En concreto demostraron que los individuos son amantes del riesgo en el terreno de las pérdidas y repudian el riesgo cuando se trata de ganancias.

Veamos un ejemplo:

Decisión 1: ¿Qué prefieres? Recibir 900 € en el acto o participar en un sorteo de en el que tienes un 90% de probabilidades de ganar 1.000 €

Decisión 2: ¿Qué prefieres? Perder 900 € ahora mismo o participar en un sorteo en el que puedes tienes un 90% de probabilidad de perder 1.000 €.

En la decisión 1, la mayoría de las personas muestran aversión al riesgo, es decir prefieren una cantidad menor pero segura a optar a una cantidad mayor, pero con el riesgo pequeño de perderlo todo.

En la decisión 2, la mayoría de las personas prefieren arriesgarse, es decir probar suerte y optar a una pequeña probabilidad de no perder nada, que aceptar la pérdida segura pero menor (9).

Apliquemos este principio al cambio climático cuando se trata de ganar algo, preferimos tener el beneficio ahora y no arriesgarnos a perderlo todo por optar a algo mejor pero que no es seguro. Esto explica, por ejemplo, la buena aceptación de los electrodomésticos de menor consumo, el ahorro se percibe como una ganancia y aunque no sea agrande, como se percibe como segura, se adopta sin arriesgarse a otras opciones.

Pero otra cosa es perder dinero. Por ejemplo, el impuesto al carbono, es decir pagar una tasa en función de las emisiones de efecto invernadero que genere un producto, con lo cual los productos no respetuosos con el clima serían más caros. En este caso, pagar un impuesto es decir pagar más por lo mismo, es percibido como una pérdida, por lo que se prefiere el riesgo. Esto significa no pagar el impuesto y agarrarse a la opción, poco probable, que sin pagarlo el problema se solucione igualmente.

El impuesto al carbono es una solución que bastantes gobiernos quieren implementar para hacer más caros los productos que contribuyen al calentamiento global y, por lo tanto, disminuirlos. Pero el problema es que genera una gran resistencia entre la población, el caso más llamativo ocurrido en Francia con la revuelta de los llamados chalecos amarillos contra el impuesto al carbono que hizo que el gobierno diera marcha atrás, pero este caso no es el único, el impuesto al carbonó ha perdido diversos referéndums locales en diferentes países. El primer problema que surge con este impuesto es que como hay una gran propaganda sobre los males del uso de combustibles fósiles, los ciudadanos se preguntan ¿Cómo es que estos combustibles tan nocivos se pueden usar pagando algo más? Es como decir que uno puede desforestar bosques o maltratar animales si paga un impuesto. Naturalmente, la razón del impuesto es que absolutamente imposible prescindir ahora de los combustibles fósiles, pero desde de un punto psicológico es muy importante no dar mensajes contradictorios, la falta de información hace que el impuesto al carbono se vea incongruente.

Sara Maestre-Andrés, Stefan Drews, y Jeroen van den Bergh del Instituto de ciencias y tecnología ambientales (ICTA) de la Universidad Autónoma de Barcelona, han estudiado en profundidad la percepción y la aceptación de la tasa al carbono en el mundo y han constatado que, a pesar de todo, la aceptación del impuesto va creciendo entre la población. Es especialmente interesante descubrir cuales son las razones de las resistencias a estos impuestos y ver que no son resistencias irracionales, sino que están fundamentadas. Se percibe que las consecuencias de los impuestos al carbono son mayores para las personas con menos recursos, que incluso pueden perder su trabajo, y en cambio a las personas más ricas no les importa pagar un poco más, esto se ve injusto. También se ha considerado que estos impuestos al carbono en algunos países como intromisión en la libertad individual y en otros países, no se confía en que lo recaudado sea invertido convenientemente en proyectos medioambientales debido a la falta de transparencia (10).

Por lo tanto, desde un punto de vista psicológicos, los impuestos al carbono, y en general los medioambientales, se deben presentar como ganancias y no como pérdidas y  la principal vía es la transparencia y en mostrar que lo recaudado se invierte convenientemente en proyectos medioambientales.

¿Altruismo o interés propio?

Con lo expuesto hasta ahora, creo que está quedando claro que es necesario se acepten las regulaciones de las administraciones y se cambien los estilos de vida, a partir de la responsabilidad individual y en la convicción de la utilidad de esos cambios, y no solamente por obligación legal. En otra entrada de este blog (La Norma Subjetiva: una ley no escrita que cuesta saltársela), traté este tema concluyendo que las normas legales que no convencen a los ciudadanos sólo se cumplen cuando se vigila y penalizan las infracciones; por el contrario, la norma subjetiva, que consiste en hacer lo que se cree que las personas significativas de tu grupo aprueban o consideran correcto, se cumple a rajatabla. La norma subjetiva se lleva a cabo especialmente cuando el yo colectivo (yo, como miembro de un grupo) se tiene presente, en cambio cuando prevalece el yo privado (yo, como individuo que se distingue del grupo), se tiende a ignorar la norma subjetiva.

El reto de adoptar nuevas conductas ha sido visto como un dilema social en el que los intereses particulares entran en contradicción con los intereses colectivos, como es el caso muy claro del uso de automóvil particular con motor de gasolina. En este sentido se ha visto que este dilema depende de la motivación, las personas más orientadas al interés propio (el yo privado) serían más reticentes a adoptar estilos de vida respetuosos con el medio ambiente y la más orientadas al altruismo (el yo colectivo) se moverían en sentido contrario, puesto que no perseguirían estrictamente su propio interés sino los beneficios para el medio ambiente, para la comunidad (otras personas) o para las generaciones futuras. 

Sin embargo, la estrategia de apelar al interés propio, como ahorrar dinero o ganar aprobación del grupo, puede ser también efectiva para promocionar el cambio de conductas como sostiene el joven profesor P. Wesley Schultz de la Universidad Estatal de California en San Marcos. Su propuesta, plasmada en el Modelo de la Implicación con el Medio Ambiente (Model of Environmental Concern, en inglés) es que la opción, digamos, egoísta, aunque haya sido criticada por no estar implicada en el bien colectivo, tiene un gran potencial para conseguir un amplio cambio de conductas. Se basa para ello en estudios empíricos en los que demuestra que los mensajes altruistas sólo convencen a las personas guiadas por yo colectivo, mientras que los mensajes basados en el propio interés son efectivos tanto para personas guiadas por su yo colectivo, altruistas, como para las personas guiadas por su yo privado, que actúen en interés propio. El caso es ser persuasivo y demostrar que buscar el beneficio medioambiental también forma parte del interés propioç, es decir incluir los objetivos altruistas como otro beneficio particular más (11).

Sin embargo, otros psicólogos sociales estudiosos de las conductas de protección medioambiental, están convencidos que la única manera que conseguir un cambio de estilo de vida que sea respetuoso con el medio ambiente es mediante el fortalecimiento del yo colectivo. Es el caso de Sebastian Bamberg, Jonas Rees y Maxie Schulte de la Universidad de Bielefeld en Alemania. Este grupo junto con otros grupos de académicos en Europa y USA, critican que se haya estudiado el cambio hacia estilos de vida sostenibles desde un punto de vista estrictamente individual, en función de pérdidas y beneficios para cada individuo. Llaman posición reformista a las iniciativas que, como el modelo de Schultz, intentan demostrar que se puede inducir el cambio apelando a los intereses individuales de cada persona, mostrando que los intereses individuales también incluyen hacer frente al cambio climático (12).

Creencias de eficacia, emociones y conducta en función de un punto de vista individual o colectivo, tomado de Bamberg et al (2018)

Bamberg y sus colaboradores reconocen que la posición reformista funciona y consigue efectos positivos, es decir se pueden obtener cambios de conductas apelando a los intereses de cada individuo. Pero reprochan a este punto de vista individualista que trabaja sólo a corto plazo, produciendo cambios de conductas y no cambios sociales profundos y que fijándose sólo en las acciones y decisiones individuales ignora que los individuos pertenecen y se identifican con grupos, formales o informales, que tiene sus normas subjetivas y su línea de acción colectiva.

El punto de partida de este enfoque es el yo colectivo, es decir la Identidad Social, la identidad social significa que uno mismo se define como individuo como perteneciente a un grupo con el que se identifica y comparte objetivos y actitudes, es decir pertenece a algo más grande que uno mismo. A partir de aquí, hay emociones basadas en el grupo, es decir emociones que se experimentan porque se pertenece al grupo y se comparten con el grupo, hay una acción colectiva, es decir acciones que las realizan todos los miembros del grupo y una eficacia percibida de estas acciones colectivas. En el cuadro tal se ven unos ejemplos de creencias, emociones y conductas desde un punto vista individual y colectivo.

Este enfoque colectivista es estimulante porque se basa en una idea optimista, que es que la evolución de la especie humana nos ha hecho criaturas cooperadoras y, en este caso, la solución a la crisis climática es únicamente la cooperación. Pero a la vez que estimulante también es un enfoque incómodo porque lo que pretende es que los apáticos, a los que me refería al principio de esta entrada, pasen a ser simpatizantes mediante la identificación social pasen y, luego, lleguen a ser activistas mediante la acción colectiva y eso introduce la discusión, no ya en términos de la psicología académica, sino directamente política.   

La disonancia cognitiva climática y los patinetes en las ciudades.

La tendencia a la reducción disonancia cognitiva es un principio psicológico formulado por Leon Festinger en 1957 que a pesar del tiempo transcurrido no ha sido refutado, aunque si ampliamente completado. Cuando las creencias de una persona son disonantes con sus actos se trata de reducir esta discrepancia cambiando convenientemente las creencias. Por ejemplo, si una persona cree que es importante mantener la salud y por ello intenta dejar de fumar y no lo consigue, pues puede pensar que la incidencia para su salud no es muy importante porque fuma poco (13).

En el caso del cambio climática creo que todas las personas informadas en profundidad sobre la cuestión están en estado de disonancia porque es muy difícil, extremadamente difícil, llevar una vida neutra en huella de carbono en todos los aspectos. Aunque no se quiera contribuir a las emisiones de CO2, se hacen viajes, se usan combustibles fósiles, etc. Para reducir esta disonancia mantener una buena imagen de uno mismo hay diversas vías, que son en realidad contraproducentes:

  • Responsabilizar más a otros, por ejemplo “Mientras que algunos países como Rusia, China o Estados Unidos sigan contaminando no importa lo que haga yo”.
  • Negar la responsabilidad individual “Eso es cosa de los gobiernos y las empresas, no de lo que yo haga. No importa que reduzca las emisiones de mi coche, el transporte de mercancías y la aviación contamina más que los coches privados”
  • Negar directamente el cambio climático.

La necesidad de reducir la disonancia proviene de dos fuentes: de la ansiedad que provoca el alarmismo y de la creencia en la poca eficacia de lo que puede hacer cada uno. Por lo tanto, ante actitudes negacionistas y reductoras de disonancia la única receta es información científica, eliminar el alarmismo y dejar claro que todo esfuerzo, aunque sea mínimo es imprescindible y útil.

Cuando se soñaba con ciudades llenas de ciclistas amables, las aceras se llenaron de patinetes eléctricos. En tod caso, en una movilidad que se aleja del coche de gasolina, no sostenible.

Pero la otra manera de disminuir la disonancia entre actos y creencias es mantener las creencias y cambiar el comportamiento, y no debemos menospreciar la creatividad humana para hallar soluciones nuevas a dilemas complejos. Un ejemplo son los patinetes eléctricos y otros artilugios eléctricos, que han poblado en los últimos años las grandes ciudades (por desgracia, en especial las aceras). Ante los problemas relacionados con las emanaciones de Gases de Efecto Invernadero y también por razones de salud, el uso del coche privado se ha ido restringiendo en las grandes ciudades, en unas porque los ayuntamientos han tomado medidas y en otras porque, al no tomar medidas, el colapso circulatorio es tal que se ha vuelto imposible usar el coche privado. Las autoridades quizás se imaginaban unos ciudadanos desplazándose en transporte público, andando o en bicicleta; mientras que los nostálgicos del viejo modelo soñaban con que se pudiera ir en coche a todas partes como había sido siempre. Pues bien, ni una cosa ni la otra: el patinete. El patinete no ha sido una opción diseñada sino surgida de la necesidad de reducir las emisiones de CO2 y mantener la autonomía individual ¡No todo se puede prever ni controlar!

En realidad, las personas somos inconsistentes y dependemos de las circunstancias y los contextos, podemos ser terriblemente individualistas o perfectamente altruistas, por eso necesitamos de tanto en tanto tener la sensación de coherencia y reducir las disonancias y el resultado de estos equilibrios puede ser inesperado.

Conclusiones.

En la entrada anterior se concluyó que la alarma y el catastrofismo no ayuda, sino todo lo contrario, a generar nuevos comportamientos respetuosos con medio ambiente. La alternativa es fomentar que los comportamientos respetuosos sean fáciles, asequibles y proporcionen el convencimiento genuino e inmediato de que son útiles para mejorar el planeta.

En esta entra creo que se puede concluir que son tan esenciales la responsabilidad pública (de gobiernos) y corporativa (de las empresas y comunidades), como la estrictamente individual. Hacer recaer la responsabilidad sólo en los gobiernos y corporaciones o sólo en los individuos, es un error. Ahora bien, sino está todo en sintonía, es decir que los intereses individuales coincidan con los colectivos, podemos ser optimistas (14) .

Para concluir algunas ideas generales que se desprenden de lo expuesto son:

  • La responsabilidad individual no es individualista, sino que responde a una conciencia de grupo, pero no a obligaciones legales. Por lo que hay que fomentar el yo colectivo dejando clara la interdependencia de las personas y de las naciones.
  • Es necesario informar de la huella de carbono de todo producto y actividad para que la personas puedan tomar sus decisiones.
  • Es necesario que se manifiesta tanto la aprobación por los esfuerzos por ser respetuosos al mismo nivel que las denuncias por malas prácticas.
  • Los poderes públicos deben ser extremadamente trasparentes con las medidas acordadas en relación con el clima, intentando que estas medidas tengan consecuencias tangibles en el presente, no únicamente en el freno del calentamiento del planeta en el futuro.
  • Los poderes públicos deben asumir responsabilidades, aunque sean impopulares, pero respetando la autonomía tanto individual, como colectiva de las comunidades para hallar sus propias soluciones.

Agradecimiento

Agradezco al Sr. Jan Brozinsky, emprendedor social y cultural, sus comentarios y opiniones que me han ayudado en el desarrollo de esta entrada y al Sr josep Ma Riba, empresario y cofundador de la plataforma ZEO (Zero Emissions Objetive) sus instructivas explicaciones sobre el objetivo de la neutralidad en las emisiones de Gases de Efecto Invernadero y su ejemplo de coherencia en su compromiso con el medio ambiente.

Notas

1.- Aunque parezca extraordinario, Jane Godall sí dijo esto y está escrito en la revista Time en 2002. http://content.time.com/time/subscriber/article/0,33009,1003125,00.html Me parece extraordinario porque en muchas ocasiones es imposible hallar evidencias de que las frases célebres que corren por las redes atribuidas a personas famosas, hubiesen sido dichas realmente por los autores. Aporto además como evidencia una camiseta, no es una prueba académica, pero es graciosa.

2.- Desde 1973, las instituciones europeas encargan regularmente encuestas de opinión pública, el Eurobarómetro, en todos los Estados miembros de la Unión. Naturalmente, las opiniones sobre el cambio climático constituyen un capítulo importante del Eurobarómetro. Se puede consultar en: https://ec.europa.eu/clima/citizens/support_en

3.- Estos datos están extraídos de una encuesta mundial sobre el cambio climático del European Investment Bank, que fue realizada por BVA Maket & Research consulting. Se puede ver aquí: https://www.eib.org/en/surveys/climate-survey/4th-climate-survey/skepticism-reduced-carbon-emission-targets.htm

4.- El artículo de investigación original sobre el efecto espectador es: J. M. Darley & B. Latane. (1968). Bystander intervention in emergencies: Diffusion of responsibility. Journal of Personality and Social Psychology 8, 377-383.

 Ya en el siglo XXI se ha revisado el caso de Kitty Genovese, y se ha visto que en realidad se exageró la inacción de los neoyorkinos, en realidad no hubo 38 espectadores, fueron menos y mientras que algunos intentaron avisar a la policía, otros no lo hicieron porque sólo oyeron gritos por casualidad, sin ver lo que sucedía realmente. Parece ser que el caso se convirtió en una parábola de la insensibilidad de los ciudadanos de las grandes ciudades. El experimento de Darley y Letane sí que fue real, pero si se presenta acompañado de este hecho “real” capta la atención de la audiencia con más facilidad, ver: Manning, R., Levine, M., & Collins, A. (2007). The Kitty Genovese murder and the social psychology of helping: The parable of the 38 witnesses. American Psychologist, 62, 555-562.

Esta exageración de la realidad para impactar a la audiencia también ocurre con el cambio climático, muchos activistas no pueden evitar la tentación de exagerar la realidad para conseguir más atención sobre el objetivo común de evitar la crisis climática. Es humano, pero no me parece bien, es contraproducente si se descubre que no se ha sido fiel a la verdad.

5.- Para tener una visión completa del paso de la teoría miasmática a la del germen se puede leer el libro de Marcelo Luís Urquía, Teorías dominantes y alternativas en epidemiología. 2a ed mejorada.  Se puede encontrar el libro en internet: http://capacitasalud.com/wp-content/uploads/2019/02/Teorias-dominantes-y-alternativas-de-la-epidemiologia.pdf

6.- Sin duda Florence Nigthindale fue una mujer admirable que contribuyó al progreso de la atención sanitaria. Mark Bostridge en 2009 publicó una biografía titulada, simplemente, Florence Nightingale (Penguin Books, London).  

4.- La huella de carbono es el resultado de calcular la totalidad de las emisiones de Gases de Efecto Invernadero generadas, directa e indirectamente, por una persona, un grupo, una organización, empresa o incluso un producto o servicio. La huella de carbono se mide en masa de CO2 equivalente (CO2e o CO2eq), dado que el CO2 es el gas más abundante, aunque no el único, entre los Gases de Efecto invernadero. La importancia de conocer la huella de carbono radica en la posibilidad de saber con más certeza que actividades son más nocivas para el clima, y que acciones son positivas en reducir la emisión de Gases de Efecto Invernadero. Si no medimos de manera fiable la huella del carbono no hay manera de poder seleccionar las acciones que tengan mejor relación entre coste y beneficio y cuáles compensan el exceso de emisiones. Algunas organizaciones como Greenpeace son firmemente partidarias de extender la medición de la Huella del Carbono y de hacerla pública. Sin embargo, hay pocos avances. Esta medición es compleja y es cara, no se tiene claro quién la debería pagar el coste de esta medición: ¿Las empresas? ¿El consumidor? ¿La administración? Ni tampoco como certificar la veracidad de su publicidad (aunque ya hay empresas que ofrecen sellos “ecológicos”) Y luego, hay que ver hasta dónde llega la medida de los efectos directos y los indirectos, por ejemplo, pensemos en un litro de leche, si solo se calcula la huella directa se tendría que tener en cuenta, principalmente, los combustibles y la electricidad asociados al cuidado de las vacas y a la obtención y envasado de la leche. Pero si calculamos todos los efectos, tendríamos que ver la huella de carbono del pienso que se utiliza para alimentar a las vacas o para la fabricación de los envases. Por otro, lado también habría que calcular la huella de carbono del transporte, almacenaje y distribución de la leche.

En resumen, la medición de la huella de carbono no progresa y mi impresión es que, si tuviésemos estas medidas fiables, quizás se descubriría que nuestras ideas sobre lo que es verde o no son correctas del todo.

Para saber la opinión de Greenpeace sobre la huella de carbono se puede  consultar: https://www.greenpeace.org/mexico/blog/9386/huella-de-carbono/ y, para tener una visión completa, se puede consultar los consejos de Iberdrola, empresa energética: https://www.iberdrola.com/sostenibilidad/huella-de-carbono, y para ver lo que explica la administración, en este caso el Minsiterio para la transición ecológica y el reto demográfico de España: https://www.miteco.gob.es/es/cambio-climatico/temas/mitigacion-politicas-y-medidas/registro-huella.aspx

 6.- Amos Tversky y Daniel Kahneman son dos psicólogos que estudiaron la toma de decisiones bajo incertidumbre y el juicio de probabilidades especialmente en el contexto de la economía. Demostraron claramente que la conducta humana no se rige exclusivamente por principios racionales. Empezaron a colaborar en 1969 hasta 1996, año en que Amos Tversky falleció. Posteriormente, en 2002, Daniel Kahneman, fue laureado con el Premio del Banco de Suecia en Ciencias Económicas en memoria de Alfred Nobel por haber integrado aspectos de la investigación psicológica en la ciencia económica. Es llamativo que Kahneman ganara este premio siendo psicólogo de profesión, por lo que erróneamente en algunas fuentes se le cita como economista. Tversky no pudo recibir el premio puesto que el Nobel no se otorga a título póstumo.

7.- El sesgo de la conjunción se explica en: Tversky, A.; Kahneman, D. (1982). «Judgments of and by representativeness». In Kahneman, D.; Slovic, P.; Tversky, A. (eds.). Judgment under uncertainty: Heuristics and biases. Cambridge, UK: https://doi.org/10.1017/CBO9780511809477.007

El 85% de los encuestados eligió la opción 2. Pero la probabilidad de que los dos eventos ocurran juntos (en «conjunción») es siempre menor a la probabilidad de que cada uno ocurra por separado. Tversky y Kahneman argumentan que la mayoría de las personas tienen este tipo de problemas, porque usan la representatividad heurística para hacer estos juicios: La opción 2 es la más «representativa». Si se razona con la representatividad se diría: Es poco probable que sea una universitaria sea cajera de un banco y por otro lado es muy probable que sea una militante feminista. Por lo tanto, lo más probable será la opción 2 (cajera y feminista), porque la 1 (sólo cajera) es poco probable. Veámoslo matemáticamente, supongamos que la probabilidad de que sea cajera es muy baja, por ejemplo, p(cajera) ppppp= 0.05, o sea 5 de cada 100 veces, y que la probabilidad de que sea feminista es alta, p(feminista)= 0,95, 95 veces de cada 100. Si asumimos que son probabilidades independientes, es decir que el hecho que sea feminista no depende de que sea cajera y a la inversa, la probabilidad de la conjunción es igual al producto de sus probabilidades. Con esto tenemos, p(cajera) x p(feminista) = 0.05 x 0.95 = 0.0475, dado que 0,05>0,0475, vemos que es más probable que Linda sea una cajera de banco solamente que sea cajera y feminista.

8.- La a ONU aprobó la Agenda 2030 sobre el Desarrollo Sostenible, que cuenta con  17 Objetivos de Desarrollo Sostenible, que incluyen desde la eliminación de la pobreza, el hambre, salud, educación,  hasta el combate al cambio climático, la educación, la igualdad de la mujer, la defensa del medio ambiente o el diseño de nuestras ciudades, la paz:  https://www.un.org/sustainabledevelopment/es/development-agenda/

9.- Tversky, A., Kahneman, D. (1981). The Framing of Decisions and the Psychology of Choice. Science, New Series, Vol. 211, No. 4481. 453-458.

En la decisión 1 las dos alternativas tienen el mismo resultado: Opción segura: Ganar 900€. Sorteo: la ganancia es el resultado de multiplicar le premio por su probabilidad, es decir 1000 x (90/100) = 900.

En la decisión 2 pasa lo mismo, las dos alternativas tienen el mismo resultado: Opción segura: Perder 900€. Sorteo: la pérdida es el resultado de multiplicar la pérdida por su probabilidad, es decir 1000 x (90/100) = 900.

Es decir, el valor de las dos opciones es el mismo, pero cuando se habla de ganancias las personas tienden a evitar el riesgo, y cuando se habla de pérdidas, se prefiere el riesgo (Es algo así como “de perdidos, al río”)

10.- Muy recomendable estudio: Sara Maestre-Andrés , Stefan Drews & Jeroen van den Bergh (2019). Perceived fairness and public acceptability of carbon pricing: a review of the literature, Climate Policy, 19:9, 1186-1204, https://doi.org/10.1080/14693062.2019.1639490

11.- P. Wesley Schultz junto con Stefano De Dominicis y Marion Bonaiuto, de la Universitá de la Sapienza de Roma, realizaron una ingeniosa serie de tres  experimentos en los que demostraron esta hipótesis, viendo que los mensajes pro ambientalistas que funcionan con personas orientadas a su propio beneficio, también funcionan con los altruistas, pero no al revés. Es éste: De Dominicis S, Schultz PW and Bonaiuto M (2017) Protecting the Environment for Self-interested Reasons: Altruism Is Not the Only Pathway to Sustainability. Frontiers in Psychology. 8:1065. https://doi.org/10.3389/fpsyg.2017.01065

12.- En este interesante capítulo del libro Psychology and Climate Change se puede ver un desarrollo completo de este punto de vista: Sebastian Bamberg, Jonas H. Rees, Maxie Schulte, 8. Environmental protection through societal change: What psychology knows about collective climate action—and what it needs to find out En Susan Clayton, Christie Manning (Editores), Psychology and Climate Change, Academic Press,2018,Pages 185-213, https://doi.org/10.1016/B978-0-12-813130-5.00008-4

13.- Festinger, L. (1975). Teoría de la disonancia cognoscitiva. Instituto de Estudios Políticos. (En inglés: Festinger, L. (1957). A theory of cognitive dissonance. Stanford, CA: Stanford University Press)

14.- Existe una gran cantidad de iniciativas que aglutinan personas comprometidas con el medio ambiente des de un punto de vista optimista y proactivo. La plataforma ZEO, es un ejemplo:

Plataforma ZEO Inicio – ZeroEmissionsObjective

10 comentarios en “Psicología del apocalipsis climático: 2. Comportamiento colectivo.

  1. Benvolgut Jordi,
    complertes absolutament les expectatives. Moltes gràcies! Difondré tan com pugui ambdues entrades. Un petit granet de sorra al foment de conductes ben encaminades en contra del canvi climàtic.
    Una pregunta: No has pensat en fer les entrades també en català? I en anglès? En català amb la intenció de no prejutjar la llengua; d’impulsar-ne l’ús en tots els àmbits, no només els privats i administratius sinó també en els científics, tècnics, acadèmics…
    Una abraçada ben cordial,
    maria àngels

    1. Àngles,
      Gràcies pel comentari. Efectivament crec que en aquest camp (com en altres) el granet de sorra por ser més poderós que la pedra (sobre tot si te la llancen al cap). El fet que una persona particular, coneguda i de confiança, expressi que aprova i realitza comportaments respectuosos amb el medi ambient, influeix més que campanyes de conscienciació, diguen-me «oficials» , perquè enforteix la «norma subjetiva», no la legal, i trenca amb la ignorancia pluralística (tothom pensa una cosa però no ho diu, i al final tothom s’hi inhibeix).
      Naturalment que m’he plantejat la qüestió de la llengua, però no sé com resoldre-la. Si fos per mi, segons el tema unes entrades em sortirían en català, unes altres en castellà, i, d’altres en anglès. Haig de mirar com poder fer el blog plurilingüe, però haig de buscar el temps. Però per una altra banda, la tecnología és extraodinària, perquè si un vol, pot navegar per gairebé tots els WEBs del mon i fer-se traduir els continguts a la seva llengua, i crec que això anirà millorant i estenent-se.

      1. Benvolgut Jordi,
        No he entès molt bé la primera part del teu missatge. Quan he dit «Un petit granet de sorra al foment de conductes ben encaminades en contra del canvi climàtic» em refereixo a un granet de sorra meu en difondre encara que sigui molt modestament el teu magnífic treball.

        Quant a la llengua dels teus treballs, un dilema ben difícil de resoldre!

        Moltes gràcies per contestar-me.
        Salutacions cordials,
        maia

        1. Ha! Ha! no he entès el que volies dir, agraeixo el teu gra de sorra. El que volia dir és que l’opinió de particulars que expressen les seves conviccions d’adoptar un altre estil de vida són més convincents que els missatges d’administracions i corporacions que es percebeixen com poc sincers i «interessats»

  2. Jordi he llegit avui aquesta entrada (ja saps que per correu no m’arriba l’avís puntual) i el considero un bon regal de Nadal,
    dona resposta a moltes de les conductes que fem i que deixem de fer en relació al medi ambient però també en relació a d’altres contextos com l’actual del COVID.

    Moltes gràcies per aquests petits espais que conviden a una reflexió amable i relaxada.

    1. Sílvia,
      Gràcies pel comentari, si efectivament les persones no maneguem bé els perills invisibles ni en relació al med ambient, ni a la salut, ni als diners!

Responder a María Sánchez Cancelar la respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *