El estrés por la falta de tiempo

Una de las quejas más frecuentes en relación con el estrés es la falta de tiempo para hacer frente a las demandas cotidianas. La falta de tiempo afecta a jóvenes y a mayores, a hombres y a mujeres y a estudiantes, a empleados, a autónomos y hasta a jubilados. Ante la falta de tiempo uno se encuentra impotente porque no se puede renunciar a ninguna de las obligaciones que se tienen que atender ni, naturalmente, alargar el tiempo.  Ante la falta de tiempo las personas agobiadas le dicen al psicólogo: “No puedo hacer nada para cambiar la situación, no me digas que son imaginaciones mías, no hay tiempo de hacerlo todo».

El tiempo de los relojes corre igual para todo el mundo, pero el tiempo psicológico es otra cosa.

El círculo vicioso del estrés del tiempo

La psicóloga Ilse E. Plattner (1) explicó hace ya muchos años que el estrés del tiempo parece ser un problema objetivo de exceso de tareas en un tiempo determinado, pero que en realidad es una cuestión de como vivimos y usamos el tiempo. Vamos a ver cómo funciona el estrés por falta de tiempo a partir de las ideas de la Dra. Plattner (Ver Figura 1).

Primer paso:  Percibir que que tenemos un exceso de trabajo o de cosas a hacer en un periodo de tiempo determinado. Este primer paso es una valoración racional de la realidad.

Segundo Paso: Ansiedad por falta de tiempo. Es decir, anticipar que no se podrá hacer algo importante o que algo se hará mal por no tener tiempo para dedicarse. Y en consecuencia de esta anticipación del fracaso se siente agitación, inquietud y zozobra.

 Tercer paso: Falsa percepción de que con más esfuerzo se puede hacer todo. Este es el punto clave y es una decisión de la persona, creer que la única solución ante la falta de tiempo es hacerlo todo más rápido. Es decir, corriendo.

Cuarto paso: Rendimiento deficiente debido a que se intenta hacer una serie de tareas para las que no se dispone de tiempo, con el añadido que la prisa resta eficacia a la acción.

Quinto paso: Percepción de más falta de tiempo debido al rendimiento deficiente y vuelta a iniciar el ciclo.

En definitiva, tenemos un problema objetivo que es el exceso de tareas en un tiempo finito junto con una decisión contraproducente que es creer que uno puede (o debe) con todo. Ciertamente, en algunas ocasiones un pequeño esfuerzo extra hace que lleguemos a todo, pero a la larga y en la mayoría de las ocasiones esta creencia nos acaba llevando a un rendimiento deficiente porque no se llega a hacerlo todo o se hacen las cosas a medias y, además, es incompatible con el descanso (2). Este rendimiento deficiente frustra las expectativas generadas y aumenta la percepción de exceso de trabajo y así se continua el ciclo: tengo muchas cosas a hacer, no tengo tiempo para todo, me pongo a correr y luego tengo muchas cosas a hacer porque la mitad las he hecho mal o a medias

Dado que la falta de tiempo es un problema ubicuo, no es de extrañar que si se echa un vistazo a la oferta sobre gestión del tiempo en internet se pueda hallar un aluvión de consejos, tutoriales, libros, aplicaciones y todo tipo de productos para conseguir organizar el tiempo. Las personas usan agendas, alarmas en el móvil, listas de tareas, pósits y un sinfín de métodos para organizarse. En mi opinión, no hay un método mejor que otro, todos pueden ser útiles a condición de que los usuarios sean conscientes de algo obvio y sencillo, que un día tiene 24 horas, exactamente, ni más ni menos. Si se cree que con más organización el día será más largo se acaba llegando, antes o después, al fracaso.

Un día tiene 24 horas, ni más, ni menos

Si correr para hacerlo todo no es la solución, ¿Cuál es la alternativa a la prisa? Pues sencillamente la priorización. Cuando detecta que no hay tiempo para hacerlo todo es importante priorizar con claridad las tareas y buscar los momentos adecuados primero para las tareas más importantes, no las más urgentes, y luego para las demás. En redes corre un video ingenioso en el que se muestra que, si tienes una jarra y piedras y arena, si pones primero la arena la jarra se llena y no caben las piedras, pero que si se ponen primero las piedras entonces se puede añadir mucha arena luego y cabe de todo (Se puede ver aquí: The Jar of Life). Cuando se llega al punto en el que se ve que se ya no hay tiempo para hacer algunas tareas, lo que NO hemos de hacer, como ya hemos dicho, es engañarnos y pensar que corriendo lo podemos hacer todo y, en cambio, lo que sí podemos es:

  • No hacer alguna de las cosas previstas, renunciar a ellas
  • Dedicar menos tiempo a alguna cosa.
  • Conseguir que alguien nos ayude y haga alguna de esas cosas.
  • Dejar algo para más adelante.

No se me ocurren más alternativas. El caso es que cuando se percibe que falta tiempo hay que tomar una decisión de ese tipo y no aplazarla hasta constatar que realmente no era posible hacerlo todo. La mejor manera de solucionar la falta de tiempo es reconocer que es una realidad que no te puedes saltar. Puede dar pena renunciar a algo valioso para nosotros, pero es peor que por no hacer esta renuncia dejemos de hacer algo mucho más importante.

Cuando el problema no está en la agenda.

Hay algunas habilidades que realmente ayudan a combatir la ansiedad por la percepción de falta de tiempo porque facilitan saber renunciar a lo que no es prioritario, las más destacadas importante son:

  • Tener prioridades claras.
  • Saber decir que no.
  • Saber buscar ayuda y cooperar.

Y si tuviésemos que señalar al principal aliado del estrés por la falta sin duda tendríamos que señalar los dos siguientes:

  • El perfeccionismo
  • El miedo al fracaso.

En conclusión

Por esto se puede decir que no se corre por falta de tiempo, sino que se tiene poco tiempo debido a que se corre

Notas

1.- Ilse E. Plattner (1995). El estrés del tiempo. Barcelona: Herder.

2.- En otra entrada de este blog he explicado que el descanso es un requisito para la eficacia y que no se puede mejorar el esfuerzo a costa de eliminar el descanso. ¿Vivir para trabajar o trabajar para vivir?

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